Yulimar, Keydomar, Yusleidy, Naryury, Anriquelis, Claudymar, Ahymará, Robeylis y otros salieron del barrio y llegaron a la cúspide de la élite mundial. Se esforzaron con casi todo en contra, la revolución los apoyó, e hicieron historia. Nunca antes se había mostrado tan poderosa la “generación de oro” del deporte venezolano.
Tras la resaca del triunfo, luego de su arribo a suelo venezolano al término de los Juegos Olímpicos Tokio 2020, nuestros atletas recorren el país insuflando ánimo y bañándose del amor natural de su fanaticada. Algunos comparten con familiares y amigos en la intimidad del hogar, pero la mayoría ya inició sus entrenamientos en la dura tarea de forjarse el destino de cara a los juegos olímpicos de París previstos para 2024, donde querrán elevar aún más el estatus que alcanzaron en el reciente encuentro mundial.
Una medalla dorada y tres de plata le aseguraron a Venezuela ubicarse en el sexto lugar del ranking de países latinoamericanos y del Caribe y en el 47º de la tabla final, de un total de 204 delegaciones participantes.
Fue una intervención heróica y sorprendente pues, aunque existía plena seguridad del éxito de la atleta Yulimar Rojas en el salto triple, no era visible nuestro poder en la halterofilia tanto en la rama masculina (plata para Keydomar Vallenilla y Julio Mayora) como en la femenina (diploma para Naryury Pérez y Yusleidy Figueroa). Tampoco eran notorias nuestras posibilidades en ciclismo BMX freestyle (plata para Daniel Dhers), judo (diploma para Anriquelis Barrios) o en el debutante kárate, con Antonio Díaz (diploma) y Claudymar Garcés (diploma) a la cabeza.
Cuatro medallas y seis diplomas que llenaron a Venezuela de gloria, no solo por el alto nivel de preparación y competitividad que implica llegar a las olimpiadas, sino por el enorme esfuerzo que representa hacerlo en medio de una economía bloqueada por potencias extranjeras y por el sistema financiero mundial, ralentizados por la crisis sanitaria que encarna el Coronavirus, y maniatados por las distintas dificultades que se viven a lo interno del país.
Un ejemplo extraordinario de disciplina en medio de las precariedades es el de Ahymará Espinoza, nuestra representante en lanzamiento de bala femenino, una barloventeña que guerreó sola, siendo su propia entrenadora, masajista, sicóloga y paño de lágrimas hasta clasificar a Tokio 2020, donde si bien no obtuvo medalla ni diploma, se codeó con las más grandes del mundo.
“Ya por el solo hecho de estar aquí me siento campeona. Fui capaz de vencer esos obstáculos y pude lograrlo sola y con todo en contra. Me siento como Yulimar, como si hubiese ganado la medalla de oro, o mejor, la de diamante” nos cuenta en exclusiva para Ph9, como una metáfora del país que se impone a la adversidad.
Se ubicó finalmente en el puesto 25 de su especialidad, frente a contrincantes que cuentan con equipos multidisciplinarios y personal dedicado al seguimiento y atención de cada atleta.
Poca gente haciendo historia
Una delegación de 43 deportistas fue la encargada de dar la cara por el país en el encuentro deportivo, que se pospuso durante un año en respuesta del Comité Olímpico Internacional a la crisis sanitaria generada por la Covid-19.
Una cifra baja para el volumen habitual de las comitivas enviadas por el país a la cita olímpica de los últimos años: mucho menor que los 86 de Río de Janeiro 2016, los 69 de Londres 2012 y aún menos que los 108 atletas de Pekín 2008 cuando empezábamos a acariciar la idea de elevar nuestro nivel de competitividad y eficiencia en el encuentro mundial de cada cuatro años bajo la etiqueta de “la generación de oro” del deporte criollo. Hasta ahora, la de Tokio 2020 es nuestra comitiva más productiva.
Lo anticipaba, casi premonitoriamente, el para entonces ministro para la Juventud y el Deporte, Pedro Infante, cuando celebraba la tradicional misa del deporte a comienzos de este año: “estamos seguros que lograremos la meta de clasificados, y además tendremos la mejor actuación histórica de Venezuela en juegos olímpicos”.
Un milagro, podría decir cualquiera, si tomamos en cuenta la presión nacional y externa que enfrentan nuestros deportistas de alto rendimiento. Recordemos el caso de la esgrimista olímpica y ex ministra de deportes, Alejandra Benítez, a quien no le permitieron ingresar a Canadá para intervenir en un torneo que ofrecía puntos para clasificar a Tokio 2020 por estar visiblemente vinculada al gobierno venezolano.
“Casi todas las disciplinas lo han vivido”, afirma el periodista deportivo Juan Cermeño, al referirse a las continuas privaciones que han enfrentado los nuestros, como la selección venezolana de rugby que en 2018 fue impedida de participar en el Sudamericano 4 Naciones B de la especialidad debido a que sus integrantes debían poseer visa americana o canadiense.
Yusleidy Figueroa, diploma olímpico en halterofilia Robeilys Peinado, diploma olímpico en salto con garrocha Naryury Pérez, diploma olímpico en halterofilia
Desde las canteras del barrio
Sus nombres y apellidos, en la mayoría de los casos, revelan sus procedencias. Yulimar, Keydomar, Yusleidy, Naryury, Anriquelis, Claudymar son algunos de los nombres de muchos de nuestros deportistas, que como denotan orígenes humildes, desde La Guaira (Julio Mayora) hasta La Vega (Robeylis Peinado) y que han removido las bajas pasiones de algunos integrantes de la burguesía y la clase media por la condición de “tierrúos” de los atletas, una forma de señalarlos por su nivel socioeconómico.
“Yulimar sale de ahí a vender Cocosette en el metro de Tokio”, dijo un usuario de Twitter, pretendiendo así enfatizar el supuesto aspecto de vendedora ambulante de la campeona olímpica después de quebrar las marcas históricas con su salto de 15,67 metros. Un meme que recorrió todas las redes sociales, fue el de la nomenclatura de un nombre en Venezuela, con la siguiente inscripción: “el papá se llama Luis, la mamá Yelitza y la abuela Yenny, la niña se va a llamar Yenluisyeli”.
Para Yusleidy Figueroa, pesista femenina de Antímano, Caracas, estas actitudes están vinculadas a los daños colaterales del odio por causas políticas que corroe al país: “No solo queremos dedicarle estos logros a la familia, a los entrenadores, también queremos que el país esté orgulloso de nuestro trabajo porque estamos representando a nuestra bandera. Si se pusieran en nuestros zapatos, sabrían que para poder llegar a unos juegos olímpicos tienen que quedar cientos de países por fuera. Podrán pasar diez mil gobiernos, pero mientras ese grupito que se dedica a estar criticando no transforme su manera de pensar, Venezuela no va a cambiar”.
Pero más allá del desprecio político y de clase, lo que sí es un hecho es que “el barrio es la cantera”. Así lo explica Cermeño, comunicador social deportivo con 42 años de experiencia, quien reconoce la búsqueda de talentos en las comunidades más humildes como una característica de la gestión deportiva revolucionaria.
En julio de 2004 se crearon las escuelas de talento deportivo, de donde salen Yusleidy Figueroa, Keydomar Vallenilla, Julio Mallora y Rosbely Peinado, entre muchos otros, y se comenzó a hacer un seguimiento detallado de cada atleta. “En la época del petróleo a cien dólares hasta al núcleo familiar se le dio seguro para la asistencia médica y todo”, comenta Cermeño. Durante ese mismo año se crea el Centro Nacional de Ciencias Aplicadas al Deporte (Cenacade) y la Universidad Latinoamericana y Caribeña del Deporte en 2006.
Además, se estableció un sistema de captación que incluía la medición de talla y biotipo con la asesoría del cubano David Suárez, que le permitió a los seleccionados venezolanos comenzar a cosechar triunfos tempranos en torneos internacionales en diversas disciplinas, como el voleibol.
También se creó un mecanismo de descubrimiento de talentos espontáneos con el célebre boxeo bolivariano de calle (uno de nuestros mayores referentes olímpicos desde los días de la medalla de oro de Morochito Rodríguez) que se escenificaba en la vía pública, en el marco de la estructura general del Sistema Nacional Bolivariano de Juego, Educación Física, Deporte y Recreación.
Otra diferencia fue el criterio de selección de los atletas. Anteriormente, relata Cermeño, cuando Fernando Romero era el presidente del Comité Olímpico Venezolano (1984-2006), el criterio que se aplicaba era que atleta que no garantizara meterse entre los siete u ocho puestos clasificatorios no iba a las olimpiadas. “Desde la llegada de Chávez se le da cabida a todos los clasificados porque esto les garantiza fogueo para siguientes eventos”.
Claudimar Garcés, diploma olímpico en kárate Antonio Díaz, diploma olímpico en kárate Anriquelis Barrios, diploma olímpico en yudo
Frente a la guerra sin cuartel
En Tokio logramos lo inimaginable: que nuestros atletas demostraran una capacidad extraordinaria de resistencia para un país acorralado económicamente, señalado por su activismo político y su forma de gobierno, juzgado y sometido al escarnio frente a la opinión pública internacional.
Muchos competidores, frente a las precariedades, continúan preparándose donde encuentran mayores recursos técnicos, por lo general fuera de las fronteras patrias. El caso más visible es el de Yulimar Rojas, medalla de plata en triple salto de las olimpiadas de Río De Janeiro 2016 y oro en Tokio, quien se forjó en su tierra sobrellevando las carencias económicas junto a su familia, pero entrenando y compitiendo permanentemente desde los 12 años cuando se inclinaba por el voleibol hasta descubrir que su verdadera vocación era el salto.
“Gracias a Chávez”, declaró durante una entrevista a Telesur en 2018, tras obtener el campeonato mundial en triple salto bajo techo en Reino Unido. “El presidente Hugo Chávez fue un pilar fundamental para el deporte en mi país. Impulsó muchos métodos para que el deporte llegara a los más bajos niveles y que los niños siempre vieran que el deporte es importante para la salud y los valores humanos”.
Hoy, radicada en España donde se prepara profesionalmente con el reconocido entrenador cubano Iván Pedroso, cambió sus complejas condiciones de vida y además obtiene ingentes recursos económicos promocionando diversas marcas comerciales y representando a la sección de atletismo del Fútbol Club Barcelona.
Pero no todos los atletas cuentan con las condiciones actuales de entrenamiento de Yulimar. Muchos deportistas que entrenan en el país deben enfrentarse a la falta de recursos para dotar instalaciones de entrenamiento, trabas para la adquisición de insumos deportivos que en la mayoría de los casos son importados, trámites insalvables para competir en otros países, dificultades para acceder a una alimentación sana y balanceada, etc.
Todas calamidades que juntas y revueltas van formando una espesa madeja de obstáculos precipitados por las sanciones que dificultan la movilidad de nuestras federaciones, técnicos y atletas en la obligatoria ruta de competiciones previas que deben seguir entre competiciones regionales, continentales y mundiales, con las que van sumando puntos en el ranking de cada disciplina y que debe costear el Ministerio del Deporte pues hasta la fecha, aunque la Ley del Deporte otorga autonomía económica a las entidades deportivas nacionales, las mismas no han logrado hacerse autosustentables.
La guerra contra Venezuela no conoce de treguas. Hasta la audiencia se vio afectada con los obstáculos puestos a la transmisión televisiva de los juegos, víctima de las sanciones económicas contra el país. Si bien Venezuela pagó adecuadamente los derechos para la proyección de las olimpiadas, la persecución financiera de los bancos impidió a la comisión organizadora cobrar el dinero.
El caso se convirtió en asunto de Estado y se comisionó a la vicepresidenta de la república, Delcy Rodríguez, para liderar una campaña de denuncias por “persecución bancaria y financiera contra el derecho de los venezolanos a recibir la señal de los Juegos Olímpicos de Tokio», al tiempo que el actual ministro de Deportes, Mervin Maldonado, se instaló en Japón para gestionar la liberación de los recursos del país a favor de la señal satelital, que finalmente transmitió el canal público Tves.
Las 5 medallas obtenidas en este contexto con una mayoría de jóvenes de sectores populares y con todo en contra, tiene mucho valor. Y con ellas sumamos a la historia de los encuentros olímpicos un total de 21 medallas: 4 de oro, 7 de plata y 10 de bronce, lo que nos ubica en el puesto número 64 del medallero mundial y en el sexto de toda América Latina en cuanto a preseas doradas después de Cuba, Brasil, Argentina, México y Colombia.
El reto para la revolución no solo fue hacer lo imposible por llevar a nuestros atletas a las olimpiadas en óptimas condiciones, pese a los pronósticos en contra, sino que alcanzaran registros históricos gracias al acumulado de las políticas revolucionarias en materia deportiva.
El reto para los atletas fue mantener el sueño vivo de un país esperanzado en una “generación de oro”, metáfora de un pueblo capaz de sobreponerse con esfuerzo y optimismo de las más crudas dificultades.