La aparición de resistencias en insectos y malezas lleva a los productores a utilizar dosis de aplicación cada vez más elevadas, incluso a realizar un mayor número de aplicaciones. Esta situación es un claro indicador de la ineficacia del manejo de plagas basado en insumos químicos.
Los monocultivos y la aplicación continua de las mismas formulaciones de plaguicidas llevan a que estos generen resistencias en los organismos que pretenden controlar. En este caso las dosis normales de productos químicos no poseen efectos sobre ellos. Como esta resistencia se transmite de generación en generación en unos pocos años toda la población -de insectos, hongos o hierbas silvestres- se torna tolerante.
De esta manera los productores, en ausencia de un plan estratégico de control de plagas, suelen incrementar tanto la cantidad como las dosis de aplicación.