Nuestras raíces alimentarias | De la Ley a la siembra: Experiencias semilleristas en Venezuela

por Dic 21, 2022Especiales, Justicia Ambiental


Reportaje 1 – «¿Avanza el agronegocio con transgénicos en Venezuela?»


«Una semilla es una abuela que da un beso antes de irse a nacer arcoiris», dicen los morochos Escalona en Montecarmelo, donde nació y aún se celebra el Día de la Semilla Campesina en Venezuela. Desde aquí las semillas están significadas con mística y poesía, pero también, con el valor político y económico que contienen para la vida de los pueblos. Las semillas son el epicentro de una disputa global que contrapone negocios y capital con derecho a la tierra y alimentación saludable, que confronta poder y control corporativo trasnacional con la gestión y el cuidado comunitario de bienes comunes naturales.

En este segundo reportaje del seriado Nuestra raíces alimentarias, nos adentramos en los procesos que construyen las posibilidades de evitar la producción de transgénicos desde la agroecología, en las experiencias que le dan cuerpo a lo que propone la Ley de Semillas en nuestro país. 

El 80% de los alimentos en el mundo proviene de la agricultura familiar y campesina, según datos de la FAO. Comparar este dato con lo que ocurre en Venezuela es imposible porque no existen estadísticas oficiales que distingan lo que producen los pequeños agricultores y los grandes productores. Tampoco datos referidos al tipo de semillas utilizadas en estas prácticas agrícolas, si son semillas híbridas certificadas o semillas campesinas, siendo ésta una diferenciación clave para comprender lo que plantea la Ley de Semillas en Venezuela.

«La diferencia entre este tipo de semillas es la base sobre la cual se creó la Ley de Semillas que se aprobó en 2015, que reconoce dos sistemas: el formal, donde circulan las ‘semillas certificadas’ que se comercializan a través del sistema de distribución nacional e internacional, dominado por el agronegocio, y el que nombran como informal que la Ley refiera como sistema local, campesino, indígena y afrodescendiente«, explica la investigadora y activista Ana Felicien.

Algunos datos no oficiales, provenientes de la investigación académica, pueden acercarnos a nuestra realidad semillera. A pesar de que en Venezuela se expandió ampliamente el uso de paquetes tecnológicos de semillas híbridas, el 88% de los rubros que se consumen se producen con semillas campesinas, según la investigación «La ciencia del Konuko» del venezolano Miguel Ángel Núñez. Con ese 88% se alimenta, por ejemplo, el 37,4% de familias de la Gran Caracas, quienes compran sus alimentos en mercados o ferias de verduras.

Otras investigaciones destacan que de 84 rubros que se consumen en el país, solo 10 se producen con semillas certificadas, representando estos 10 rubros al sistema formal de semillas (cereales, hortalizas), y los 74 rubros restantes al sistema local, indígena, campesino y afrodescendiente (leguminosas, musáceas, tubérculos y frutales).

GRÁFICO: Sistema formal y sistema informalizado de semillas en Venezuela
Fuente: Ana Felicien

¿Por qué dos sistemas diferenciados de semillas?

La certificación de semillas no es lo mismo que la garantía participativa de calidad. Ambas son figuras jurídicas establecidas en la Ley de Semillas, pero responden a sistemas de producción y necesidades diferentes. La certificación corresponde al sistema de certificación formal comercial y la segunda al sistema popular campesino. 

Los criterios que definen la certificación dentro del sistema formal de semillas responden a condiciones que distan de la realidad campesina y sus posibilidades de multiplicación de semillas. La investigadora brasileña Juliana Santilli explica algunos de éstos: «El sistema ‘comercial’ distribuye y maneja solo semillas que cumplen con los criterios de estandarización (distinción, homogeneidad, estabilidad), excluyendo a la mayoría de las variedades locales e ignorando la evolución de las variedades en el tiempo y espacio, así como los contextos sociales y culturales en los que se desarrollan, disminuyendo además el rango de variabilidad genética disponible para los agricultores y agricultoras».

Este sistema formal industrial promueve, por lo tanto, la idea que la producción de semillas es una actividad a ser realizada por personal estrictamente especializado (fitomejoradores, obtentores, agrónomos), convirtiendo a los agricultores y agricultoras en consumidores dependientes, tanto económica como culturalmente, de tecnologías producidas en su mayoría en el Norte Global; y desconociendo su participación como innovadores y poseedores de conocimientos y prácticas que son cruciales para la sostenibilidad de los agroecosistemas y para la conservación de la agrobiodiversidad.

Por su parte, la ingeniera agrónoma del Instituto Nacional de Salud Agrícola y Animal (INSAI) en Venezuela, Trinidad Peña, describe cómo «el sistema formal está en manos de empresas privadas, los que se inscriben ante la autoridad competente que es la Comisión Nacional de Semillas (CONASEM) son personas jurídicas, empresas que cuentan con capital e infraestructura y toda una serie de requisitos que se les exige para poder ser considerados productores de semillas. Además, es costoso, son servicios que se cancelan a esta entidad para que les fiscalice, le certifique todo el proceso».

Una instancia completamente diferente se gesta en el sistema informalizado de semillas, los Sistemas Participativos de Garantía de Calidad son la instancia de la Ley que permite que sean las organizaciones campesinas y populares, los pequeños agricultores y familias campesinas quienes organicen, discutan y acuerden de forma participativa la garantía de calidad de las semillas que usan, conservan y multiplican, de acuerdo a sus propias condiciones de producción. Y, sobre todo, que permitan el acceso a las semillas para la siembra, agrega Peña.

El sello de garantía de calidad de las semillas campesinas se formaliza a través de las licencias para uso libre. Según la investigadora Ana Felicien, estas licencias libres «son un mecanismo propuesto en la Ley de semillas, basado en la Constitución Bolivariana que prohíbe patentes sobre seres vivos (…) busca proteger los conocimientos asociados al mejoramiento y reproducción de la semilla campesina, desde una forma sui generis que está fundamentada en los principios del conocimiento libre y en los derechos de la madre tierra».

Con esta figura se permite, entonces, que las semillas puedan ser utilizadas, estudiadas, compartidas y mejoradas libremente, y que estas mejoras también sean libres de usar, estudiar, compartir y mejorar. Es una definición similar a la del software libre (copyleft) y es lo contrario a las patentes y derechos de obtentor sobre la semilla que promueven las corporaciones semilleras. 

Instancias nuevas y plan de semillas

Para que la letra en papel sea llevada a la práctica, esta ley planteó una serie de instituciones: La Comisión Nacional de Semillas (CONASEM), el Consejo Popular de Resguardo, los Comités Locales de Garantía de Calidad, los Centros de acopio y resguardo de semillas, el Sistema de Información Comunal de semillas. Las acciones de cada una confluirían en el diseño y la ejecución del Plan Popular de Semillas que, si bien debe ser diseñado por las organizaciones populares y campesinas, también debe ser apoyado y acompañado por las instituciones públicas.

Lo que más avanzó y se sostiene con el esfuerzo propio de comunidades y agricultores son los centros de acopio y resguardo de semilla, lo que en algunos lugares les llaman también «bancos de semillas». Sin embargo, las instancias de articulación entre experiencias y con el Estado no se encuentran operativas y no existe ningún vocero o vocera que ocupe el lugar que le corresponde ante la CONASEM. Tampoco se conoce de la existencia actual del Plan Popular de Semillas, a pesar de haberse creado uno posterior a la aprobación de la Ley.

«Después que se aprobó la Ley comenzamos un proceso de comunalización para activar todos los mecanismos e instancias que la ley ofrece, para construir el Plan Popular de Semillas (…) A partir de ahí se iniciaron actividades en los territorios en Guanape, en Carabobo, en Trujillo, en el IALA (Instituto Agroecológico Latinoamericano-Barinas), en la Escuela agroecológica Indio Rangel en Aragua, de los espacios que recuerdo. Se desarrolló una metodología de identificación de producción de semillas, se hicieron prospectivas sobre cómo se veían las comunas, los territorios, las comunidades a futuro en cuanto a la producción de semillas y, en general, la producción agrícola», relata el agricultor y activista de la Campaña Venezuela Libre de Transgénicos, Alfredo Miranda

«Pero los difíciles años de 2016 y 2017 golpearon los esfuerzos articuladores, coincidió con ese contexto político y económico muy duro donde se hizo muy difícil trasladarse a los territorios. La movilización y la comida se hizo muy difícil con la hiperinflación, la escasez de alimentos, de productos de primera necesidad, todo se hizo muy difícil (…) La gente en los territorios estaba pendiente de sobrevivir, muchos nos replegamos a nuestros propios espacios para resistir. Muchas organizaciones también se desestructuran por las mismas condiciones de contexto”, agrega Miranda. 

Además del Plan Popular, en la Ley también está planteado el Plan Nacional de Semillas que debe ser diseñado y ejecutado por el Ministerio de Agricultura y la CONASEM. En este plan deben contemplarse las directrices de apoyo a las experiencias de las semillas locales y campesinas. Gustavo Rojas, presidente de esta Comisión, aseguró en entrevista para PH9 que, en la actualidad, se lleva a cabo la ejecución del Plan Nacional de Semilla, con los diferentes actores que conforman el sistema de producción de Semilla en el país, tanto entes públicos como privados.

Sin dar más precisiones al respecto, Rojas aseguró que todo lo establecido en la Ley está activo en un cien por ciento y que se está mejorando el Registro Nacional de Semillas (RENASEM), a través de una página web que está en construcción. Pero, esta información parece no ser conocida por algunos agricultores y campesinos de experiencias semilleristas, quienes afirman no haber sido convocados a participar de este plan.

«Del plan nacional de semillas no sabemos nada. Tampoco hemos sido convocados por ninguna institución gubernamental que tenga la inmensa responsabilidad de democratizar la producción de semillas en nuestro país (…) No hemos recibido ningún tipo de financiamiento por parte del Estado ni para la producción conuquera de consumo ni para la producción de semillas», afirma el agricultor del colectivo Soberanía rural Gabriel Gil.

Aunque no se conozca sobre las acciones concretas de este Plan Nacional, sí existe registro de planes públicos en materias de semillas y conucos. Uno de éstos es la Alianza científico -campesina.

Alianza científico-campesina

A más de 3.600 metros sobre el nivel del mar se producen más de veinte variedades de semillas de papa: María bonita, andinita, yungay, guadalupe, rosada, reinosa, arepita, arbolada negra, entre otras, sembradas por productores agroecológicos de los Andes, principalmente por los Productores Integrales del Páramo (Proinpa) y los Productores de papa de Gavidia en el estado Mérida.

Ambas experiencias han sido apoyadas por el Estado, a través de distintos programas. Uno de éstos es la Alianza científico-campesina que ejecuta desde 2016 la Corporación para el Desarrollo Científico y Tecnológico (Codecyt), ente adscrito del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Este ministerio desarrolla un plan de semillas a través de la Alianza científico-campesina que se orienta, según la gerente de estudios y desarrollo de proyecto de Codecyt, Carla Contreras, hacia «la organización social de la producción y nos fundamentamos en los núcleos semilleristas para la soberanía alimentaria (…) en la diversificación de la producción agrícola y el fomento de la actividad agroecológica (…) Es un trabajo para el rescate, multiplicación y producción de semillas».

Según Codecyt, hoy existen 152 núcleos semilleristas de papa en 18 estados del país. Desde 2020 se comenzaron a constituir núcleos semilleristas de maíz en nueve estados, de frutas y de hortalizas en cuatro estados. Para la creación de estos núcleos, la Alianza ofrece la entrega de semillas y fertilizantes, acompañamiento técnico y talleres de formación.

Rafael Romero, fundador de Proinpa, explica cómo es la relación actual con Codecyt: «formamos parte de un programa que se llama Alianza científico-campesina, pero allí fungimos como proveedores de semilla para que se creen en diferentes lugares del país núcleos de producción de semillas bajo una figura que se llama Brigadas Autogestionadas de Semilla que no solamente funciona con Codecyt sino con otros organismos como Cecosesola y Pueblo a Pueblo».  

Es un plan que se intenta articular con la iniciativa de conucos frutales del Ministerio de Ecosocialismo y con el plan del Ministerio de Comunas que pretende cubrir 80 mil hectáreas con la creación de conucos y producción de semillas para la producción.

Experiencias semilleras

Es imposible definir, actualmente, la cantidad de experiencias semilleristas en Venezuela. Primero, porque no existe un sistema de información oficial público sobre semillas, segundo, porque son muchísimas experiencias pequeñas que están a lo largo del país que solo se hacen visibles para quienes habitan estos territorios específicos.

Pero, un evento anual permite reunir una parte de ese diverso universo semillerista nacional: El día de la semilla campesina que se celebra el 29 de octubre en el poblado de Monte Carmelo, en Sanare, estado Lara. Este encuentro para el año 2015 reunió, según la investigadora Ana Felicien, a 155 personas y 79 experiencias, para el 2020 a 257 personas, y alrededor de 350 personas en el 2022.

En este encuentro participan comunas, consejos comunales, familias campesinas, cooperativas, redes de agricultores, instituciones educativas, grupos ecológicos, entre otros. Para 2020, la investigadora Ana Felicien contabilizó dentro de estos grupos la presencia de 41 cultivos, con una producción mayoritaria de semillas de hortalizas con un 29% y los frijoles con un 24%. También se encuentran semillas de cereales en un 12%, tubérculos en un 15%, leguminosas en un 7,32% y las medicinales y aromáticas en un 12%. 

En este reportaje incorporamos una muestra de algunas de estas experiencias semilleras en distintos estados del país.

Estas semillas son sembradas en unidades de producción menores a una (1) hectárea y hasta por encima de las 30 hectáreas. Es decir, son todos pequeños productores. Son redes de familias que, en el contexto de crisis venezolana, se han venido ampliando y que,  según Felicien, articula la relación entre custodios-conucos-semillas con agricultores que no producen semillas.

PROINPA: Productores integrales del Páramo

PROINPA es una organización que cumplió 23 años, conformada por la necesidad de acceso a insumos, mercados, tecnologías y recursos, como relata uno de sus fundadores Rafael Romero, pero el objetivo primordial desde sus inicios era desarrollar la agroecología. Algunos de sus integrantes venían de practicar la agricultura convencional a base del uso de agrotóxicos y se propusieron migrar poco a poco a la agroecología. A partir de entonces descubrieron que la semilla era el eje estratégico para alcanzar el objetivo agroecológico.

«Como organización comenzamos con el rescate de variedades de trigo. Hicimos un esfuerzo en construir un germoplasma de trigo y leguminosas de zona alta, también habas y arvejas (…) Después, entre 2002-2003, incursionamos como productores de semilla de papa participando en un proyecto de MInisterio de Ciencia y Tecnología que se llamó Redes de Innovación Productiva, somos una de las 600 creadas en esa época, fuimos los únicos que incursionamos como semilleristas de papa», cuenta Romero.

Hoy en día también producen semillas de hortalizas de zonas frías, crucíferas, umbelíferas, solanáceas, cucurbitáceas, unos 25 rubros diferentes de semillas. Además de las diversas variedades de papa también producen semillas de fresas, ajo, stevia, zanahoria, brócoli y recientemente café y tomate de árbol. Tienen capacidad para comercializar semillas de papas y algunas hortalizas hasta por encima de las veinte (20) toneladas.

Colectivo Piedra Mubay

Desde el año 2000 un grupo de mujeres de la comunidad de Mixteque, en la parroquia Mucuchíes del municipio Rangel en Mérida, se organizó en torno a las prácticas agroecológicas, primero para producir abonos orgánicos de lombriz roja californiana, años después para producir y comercializar biofertilizantes,  bioles, micorrizas, microorganismo eficientes. Su trabajo ha ido de la mano con la Universidad Simón Rodríguez, en la carrera de Educación mención agroecología y, más recientemente, la maestría en agroecología. En este colectivo se investiga mientras se produce.

Con el apoyo de Codecyt, crearon un banco de semillas donde preservan y multiplican 20 variedades de semillas con manejo agroecológico que van desde cereales, leguminosas, plantas forestales hasta plantas ornamentales propias del páramo. Una de las prioridades es la producción de especies forestales para venderle a los comités de riego de la zona para el resguardo y protección de las nacientes de agua. 

Desde hace 3 años, a través de la Alianza científico-campesina, forman parte de la Red Agroecológica de Mucuchíes donde participan 25 productores que reciben asistencia técnica, bioinsumos y formación para la producción de semillas. Los insumos iniciales de semillas que se utilizaron en el proyecto provenían del banco de semillas del colectivo Piedra Mubay. 

La metodología que utilizan para sostener y ampliar la red consiste en que el 70% de las semillas cosechadas quedan al productor y el 30% le queda al proyecto y va al banco, para con este excedente incluir a nuevos productores. La idea es convertir la red en una cooperativa de productores de semillas de pisos altos que les permita sostener la experiencia del banco de semillas, pero también tener una marca que los identifique y les permita generar un ingreso a partir de la producción de semillas campesinas. 

«Hay que entender que para la producción de semillas hay que tener paciencia, los ciclos son mucho más largos. Normalmente, cuando sembramos una hortaliza de ciclo corto, una vez que trasplantamos a los 3 meses ya está listo, cuando hablamos de semillas no, tenemos que esperar 7, 8, 10 meses, a veces son años para tener la semilla. Por eso el proyecto tiene un componente de capacitación, de formación sobre los principios y fundamentos de la agroecología, de producción y conservación de semillas, de manejo ecológico, de insectos no benéficos, de la biodiversificación (…)», explica Caroly Higuera del colectivo Mubay.

Plan Pueblo a pueblo

Con la metodología de la doble escalera de la participación, Pueblo a Pueblo, produce y distribuye alimentos sin intermediarios, a partir de la organización de los agricultores en el campo y los consumidores en las zonas urbanas. En este propósito reconocer el valor fundamental de la producción soberana de semillas, por eso se articularon con Proinpa para conformar núcleos semilleristas de papa en los estados Trujillo y Lara. Pero también crearon en 2017 el Conuco-Escuela agroecológica en Humocaro Alto, del municipio Morán en Lara.

En este espacio existe un centro popular de resguardo de semillas locales, campesinas, indígenas y afrodescendientes donde, actualmente, existe semillas de parchita criolla grande de cáscara amarilla con pulpa amarilla y pulpa anaranjada, acelga china, lechuga china, rábano rojo redondo, tabaco criollo, cilantro, berenjena redonda morada, ají caribe anaranjado muy picante, ají dulce criollo, caraota negra, caraota vaquita, quinchoncho, café catuaí amarillo, albahaca morada y blanca, yuca, batata, auyama, caña de azúcar, cambures, maní, entre otros.  

La cantidad producida, dependiendo del rubro oscila entre 50 gramos y 20 kg por año para el caso de las semillas botánicas. La reproducción de semillas vegetativas de rubros como yuca, cambur, batata y caña se hace a mayor a escala, se mantienen como reservas de germoplasma a campo abierto y permiten el mantenimiento de casi una hectárea de policultivos bajo el enfoque de diversidad funcional. 

Desde mayo de 2022 iniciaron una campaña local de recolección e intercambio de semillas de todos los rubros que se siembran en la zona. Para ello, convocan a través de un programa radial permanente y aprovechando este medio para orientar la producción de semillas de calidad. También lo hacen conuco por conuco, parcela por parcela. 

«Para la conformación del comité local participativo de garantía de calidad de semillas, hemos convocado hasta ahora a nueve productores con amplia experiencia en la multiplicación de semillas de los rubros mencionados y abrimos con ellos un proceso de formación que esperamos sea permanente», narra Gabriel Gil, uno de sus fundadores.

Red de Escuelas Populares Agroecológicas / Todas las manos a la siembra

De las entrañas del programa nacional del Ministerio de Educación «Todas las manos a la siembra», impulsado por el profesor Carlos Lanz, nacen en 2008 las Escuelas Populares Agroecológicas Ezequiel Zamora (REPAEZ), y cuyo epicentro está en el estado Carabobo. Su metodología es la del punto y círculo para articular escuelas y comunidades en la labor de aprender haciendo técnicas agroecológicas, de conservación de suelos, de elaboración de abonos orgánicos, de conservación y multiplicación de semillas locales. Hoy en día son 30 escuelas agroecológicas que se traducen en 30 diversos espacios productivos.

«Nos hemos planteado tres metas importantes: Crear los centros de resguardo de semillas locales, crear las biofábricas o los centros de producción de bioinsumos y crear espacios para los estudios de suelos con los cuales conocer los requerimientos nutricionales que necesitan y en función de eso hacemos los planes de formación», explica Eduardo Gil de las REPAEZ.

Actualmente, resguardan semillas de maíz y caraotas, como rubros fundamentales y también algunas hortalizas como cilantro, cebollín y albahaca. Tienen una parcela productiva colectiva de mil metros cuadrados. También practican la cría de animales con la experiencia de la cochina y la gallina comunitaria, con su método colectivo y reproductivo han logrado multiplicar las crías y fortalecer la red productiva. 

Y así como hablan desde la ecología y el cuidado del ambiente, por ejemplo de la importancia de producir sin venenos, también lo hacen desde el bolsillo: los ingresos económicos que genera no convertir los desechos orgánicos en basura sino en abono bokashi. El trabajo de esta red se orienta, fundamentalmente, a fortalecer los procesos organizativos de las comunidades, pues saben que el sostén de la agroecología son las prácticas colectivas, el conocimiento compartido y la cooperación.

Feria Conuquera Agroecológica

A cualquiera que pregunta sobre dónde comprar alimentos orgánicos en Caracas le dan como referencia la Feria Conuquera Agroecológica que se realiza el primer sábado de cada mes en el Parque Los Caobos. Esta iniciativa es una red popular autogestionada de participación abierta y colectiva que articula productores y consumidores para distribuir alimentos sanos, producidos agroecológicamente en espacios de agricultura urbana y otros conucos cercanos a la Gran Caracas: El Hatillo rural, El camino de los españoles, La Guaira, El Junquito, Barlovento, entre otros.

Desde hace 8 años, la Feria re-construir relaciones de producción, distribución, transformación y consumo. Actualmente, participan productores de rubros vegetales y frutas, productores apícolas, de productos lácteos y de huevos, procesadores artesanales de alimentos. Tienen 13 unidades productivas de semillas de hortalizas, tubérculos y musáceas, y recientemente comenzaron la creación de un Centro Popular de Resguardo de semillas.

Una de sus integrantes, Giselle Perdomo, reconoce la importancia de sostener este espacio que desde sus inicios se convirtió en la defensa viva de la Ley de Semillas y una tribuna de rechazo a los transgénicos. Pero, también, identifica los obstáculos que afectan sus sostenimiento: 

«Diferentes factores han afectado la producción. Uno de esos es la inseguridad, los robos que se viven en nuestros espacios. Teníamos dos unidades productivas en Barlovento, por ejemplo, que ya no están en la Feria (…) Otro de los problemas que estamos viendo ahora son las inundaciones por las fuertes lluvias (…) y el éxodo campesino, esa indisposición a quedarse a vivir en condiciones rurales. A medida que el cambio climático siga afectando se hará más difícil (…) Y bueno también nos afecta la falta de conocimiento para la preservación de ciertos rubros de semillas».

Comuna El Maizal

En la Comuna El Maizal en el municipio Simón Planas, entre los estados Lara y Portuguesa,  desde hace más de cinco años vienen haciendo esfuerzos en producir semillas. El rubro fundamental para la comuna es el maíz, así que han ensayado la multiplicación de las variedades de maíz Inea 7 y Guanape MFE. Para este año sembraron cinco hectáreas del Inia 7 de las que obtuvieron 20.000 kilos de semillas. En este caso, la semilla que sembraron la obtuvieron a través de un intercambio con el Movimiento Sin Tierra de Brasil.

Además de maíz, destinan una hectárea para la siembra de leguminosas y hortalizas. Llevan dos años sembrando para semillas caraotas de esas que llaman poncha o de matica, fríjol negro, calabacín, zanahoria y cilantro. Cuentan con una neveras para el resguardo de estas semillas, en una zona donde el calor suele marcar los 35º de temperatura.

La comuna se plantea convenios de intercambio y formación entre comunas para el ensemilamiento, principalmente entre organizaciones territoriales del movimiento nacional Unión Comunera. 

La familia Characo y la semilla GUANAPE MFE

El mejoramiento participativo realizado desde 2012 por agricultores y agricultoras de las comunidades Médanos, La Florida y La Escondida dió origen a una variedad de maíz altamente resistente a la sequía y de una productividad de 7milkg/hectárea. Una vez conseguido el maíz, el agricultor, semillerista y maestro pueblo Pablo Characo, líder del proceso de mejoramiento y obtención de esta variedad de maíz, inicia un camino  de multiplicación y ensemillamiento que va tejiendo una red campesina en distintas regiones del país.

Tras su partida física, las hermanas Characo siguen su legado y continúan reproduciendo la semilla en Guanape, estado Anzoátegui, lugar de nacimiento de la semilla Guanape MFE. Este proceso lo vienen haciendo Yamira Characo y su familia con el apoyo de CODECYT. 

Dentro de esta red campesina se encuentra el maestro pueblo Oswaldo Jimenez, docente del Instituto Latinuamericano de Agroecología Paulo Freire (IALA). Oswaldo multiplica la semilla Guanape MFE en su konuko-escuela-integral la Fe, ubicado en la localidad de Remolinos, estado Barinas. En este konuko, como muchos campesinos, campesinas y agricultores reproducen sus semillas, las guardan para la próxima siembra. Además de la semilla de maíz, multiplica semillas de ajonjolí, cúrcuma y arroz. 

En entrevista para PH9 el maestro Oswaldo relata: «(…) Recibí 58 semillas de Pablo Characo, me las entregó el mismo. El cargaba como 20 kilos, y yo veo que el anda repartiendo, y yo le digo ‘deme un puñito a mí -y él me mira así-,  regáleme yo soy productor’, y el hombre estaba empeñado que no quería (…) y bueno me dio. Yo agarre un puñito y me lo metí en el bolsillo pues, el no me conocía, yo me metí el puñito en el bolsillo, porque imagínate una actividad ahí en Barquisimeto. 

(…) Me vine y lo sembré aquí en el conuco, cuidándolas pues, porque el dijo que lógicamente da 4000 y si trabaja convencional con químicos da 7 mil. Y bueno yo empecé a replicar la semilla, en la primera vuelta agarre 3 kilos y medio. De 58 granos, 3 kilos y medio. Me dejé medio kilo y les di 3 kilos al IALA pa’ que ellos lo reprodujeran. 

Con ese medio kilo me hice, seleccione, volví al conuco mío con dos kilos bastaba. Así fue, haciendo la prueba a la semilla. Y sí, ecológicamente lo que el señor había dicho que daba: 4 mil kilos. Yo lo hacía por estaciones y sacaba cuenta, lo llevaba a hectáreas y si da 4 mil kg por hectárea… el señor tenía razón, estaba dando lo que él me dijo.

Entonces esa semilla, voy para 17 replicas aquí, comencé en 2016, porque yo me acuerdo que fue el 16 de mayo, yo estaba cumpliendo año, yo les dije esto es un buen regalo de cumpleaños, el mejor regalo que me dieron.  Esa semilla se llamaba Guanape MFE, y entonces ya pa dos años le cambie el nombre a Konuko Integral La Fe: KIFER-, LA F de fortaleza, la E de ecológica y la R de Remolino… Ahí está el nombre compuesto, semilla de maíz kifer».

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