Delivery a la venezolana

por May 5, 2021Micro-reportajes, Mundo del Trabajo

En Venezuela, el delivery no es nuevo. Pero, tuvo su auge tras el confinamiento y la escasez de gasolina del 2020. Hoy, solo en Caracas hay 18 empresas registradas, pero ¿cómo funcionan? ¿Cuánto pagan? ¿Qué las diferencia de otros países?

Fotos: Marcelo Volpe @trincherarte

En cada poste hay un cartel promocionando sus servicios. Basta pararse en cualquier semáforo del este de la ciudad y esperar un par de minutos para verlos pasar. Tienen algunos sitios predilectos para descansar, comer, y por supuesto, orinar: la principal de Las Mercedes, muy cerquita del Tolón, y las adyacencias del McDonald’s de La Castellana en la ciudad de Caracas.

Son panas cuando les consultas por sus servicios: “¿Qué vainas de comer, que sean bien brutales, están incluidas en ese delivery?”, pero no tanto cuando les asomas que eres periodista y quieres conocer sus condiciones laborales. Muchos afirman tener título universitario, no han cumplido el primer año en ese trabajo, pero están muy dispuestos a seguir “echándole bolas”.

En Venezuela, el delivery se convirtió en una de las mejores alternativas laborales, aunque en el resto de los países sea una de las opciones más precarizadas: solo para estudiantes o migrantes. Este servicio tuvo su auge tras el inicio del confinamiento y la fuerte escasez de gasolina vivida durante el 2020. Hoy, según Front Consulting Group y el Observatorio Iberoamericano de Franquicias (OIF), entre el 30% y 40% de las ventas totales de los comercios venezolanos son a domicilio.

Funcionamiento interno

“Chuo” antes era mototaxista, pero hoy prefiere trabajar en dos compañías de delivery: Ubii Go y Farmatodo. Para lograr esta transición, solo ingresó a la página web de ambas empresas y completó los datos: identificación personal, títulos académicos, dirección, RIF y los papeles de su moto, incluyendo la responsabilidad civil.

En el país coexisten grandes trasnacionales de entregas a domicilio, pequeñas iniciativas nacionales y deliverys propios de cada establecimiento. Sin embargo, los tres sectores operan de forma similar. Cada uno lleva a cabo un proceso de validación de documentos y antecedentes penales de los postulados, quienes tengan “algún detallito” son filtrados e inhabilitados para futuros registros.

En Ubii Go, el motorizado debe cancelar -en varias cuotas- una “inscripción” de $40 que incluye la entrega del bolso y el uniforme. En otras empresas, este monto se eleva a 60. Mientras que en Farmatodo y los pequeños comercios no se cancela nada.

De acuerdo con “Chuo” tener dos trabajos similares no representa ningún problema: “Mientras tengo un pedido de Ubii Go pues no acepto el de Farmatodo”. Ambas empresas usan aplicaciones, donde suben el pedido y el primer motorizado en tomarlo es quien lo realiza. Cual espermatozoide, solo sobrevive el más rápido. “Mi secreto es tener varios celulares para estar a tiro”, confiesa.

Pero, mientras tanto, para Ismael, quien trabaja en PedidosYa, la realidad es otra. En esta compañía, se deben cumplir horarios estrictos que van de 6 a 8 horas al día, aunque si el motorizado desea trabajar más, puede llamar a la oficina y solicitar una extensión del turno. “Es lo que hacemos casi todos, tú sabes, para redondear”.

¿Cuánto ganan?

En estas empresas, el pago es semanal (de lunes a domingo). En Ubii Go cancelan los lunes y en Farmatodo los miércoles. La transacción se hace al cambio del día según el Banco Central de Venezuela (BCV). Pero ¿de cuánto estamos hablando?

Mayormente, las tarifas por entrega dependen de la distancia recorrida, pero van de 1 a 2.5 dólares. En Ubii Go les pagan 0.25 o 0.50 extra si la ruta es muy larga. Además, si en un día entregan más de 10 pedidos se ganan $1 de bono. En otras empresas, cada kilómetro se cotiza en $0.30, retirar el pedido del local 0.25, entregárselo al cliente otros 0.25 y agregan 0.20 más “por concepto de publicidad”.

En unas y otras, los repartidores coinciden: normalmente ganan entre 50 y 60 dólares semanales. Pero, cuando los locales activan promociones, los pedidos aumentan y las ganancias de los motorizados también. En esos momentos, pueden coronar entre $100 y $120 por semana, aunque trabajando desde las 7 am hasta las 11 pm.

Estas cifras se traducen en 200 o 240 dólares en un mes promedio y 400 o 480 en meses muy movidos. A estas ganancias, solo habría que descontarles el gasto en gasolina, que suele ser de 4 litros diarios, es decir, 2 dólares en bombas privadas, o casi nada en las subsidiadas.

La traducción

Para entender la importancia de ganar entre 200 y 480 dólares mensuales fijos en Venezuela, hay que mencionar que el sueldo mínimo, incluyendo el bono de alimentación, no llega a $4. En los mejores cargos de la administración pública ronda los $10 y en algunas empresas privadas va de 50 a $100. Mientras que, trabajar de FreeLancer, es una lotería sin precedentes.

Para estos hombres, el único trabajo que más o menos podría acercarse en cuanto a ganancias se refiere es mototaxiar. Ismael antes fue mototaxista y asegura que ubicado “en un buen punto” de la ciudad “te llenas más” pues una carrera anda por los $5 mientras que un delivery va de 1 a $2.5. Pero, como repartidor, no corre el riesgo de montar en su moto a un extraño que lo vaya a robar a mitad de camino, ni tampoco debe transitar por zonas peligrosas.

Además, ser mototaxista no necesariamente era el pasado de estos jóvenes. Entre ellos abundan los bomberos, abogados, administradores y comunicadores sociales. George -nombre ficticio para uno de los mejores productores audiovisuales que me he topado- viene de trabajar en un ministerio donde el sueldo “de vaina» le alcanzaba para comprar algo de comida y siempre tenía que hacer trabajos por fuera para medio llegar a fin de mes.

En su lista de logros post delivery, figuran grandes hitos históricos como poder comprarse un paquete de interiores y otro de medias, hacer mercado, pagar el colegio de su hijo, meterle mano a la moto “y ahorrar un pelo”. No obstante, para lograrlo, paga un precio muy alto: sacrifica el tiempo con su familia. “Todo es trabajar, trabajar y trabajar. Los policías te tratan mal, los clientes a veces son súper déspotas, te juega en contra la lluvia, no tienes baño, comes frío”.

Y, por si fuera poco, debe ser testigo directo del afianzamiento de dos países en uno. Mientras unos -en medio de la cuarentena radical- se caen a coñazos para entrar al ferrocarril y ver que cazan para comer, otros resuelven añadiendo productos a un carrito virtual. “Trabajando en esto uno ve de verdad, verdad, las dos Venezuelas, personas que gastan $300 en sushi, $200 en McDonald’s, $20 en unas galleticas”, me cuenta George.

Según estos repartidores, la mayoría de sus entregas van dirigidas a zonas de clase alta o media-alta, especialmente Chacao, Altamira, La Castellana, Las Mercedes, Prados del Este, La Trinidad, El Hatillo y Oripoto. “No es extraño. La pandemia vino a reforzar y hacer mucho más evidente la desigualdad existente y creciente de los últimos años”, afirma el economista, Ingerzon Freites.

Igual pero diferente

En los demás países de la región, los repartidores a domicilio también se parten el lomo trabajando. Por ejemplo, los repartidores de PedidosYa en Buenos Aires laboran un mínimo de 3 horas diarias y un máximo de 12, pero los viernes, sábados y domingos existen unos «horarios especiales» que inician a las 8 pm. Si estos turnos no son trabajados, los castigan colocándolos al final de un ranking que va del 1 al 6, lo que implica que la semana siguiente ganaran menos.

De esta forma, el pago mensual puede variar de los 21.600 pesos de sueldo mínimo ($240 aproximadamente) hasta dos, tres o cuatro veces más, una ganancia superior a la obtenida en Caracas, aunque los costos de servicios, alquiler y alimentos en ambos países tienen profundas variaciones.

Zona gris

En PedidosYa, Glovo y Rappi Argentina, las condiciones laborales son precarias pero “están claras” desde el inicio. Por ejemplo, para trabajar en estas empresas es obligatorio ser monotributista independiente, es decir, los empleados hacen el aporte a su seguridad social, mientras que las plataformas o patronos no aportan ningún tipo de ingresos.

En Caracas, algunas empresas brindan un “contrato electrónico”, descuentan el IVA y 2 dólares semanales para costear un seguro que cubre 3.000 dólares por accidente y 10.000 en caso de muerte. Pero en otras, no hay nada firmado y los repartidores están a la buena de Dios.

Recientemente, el diputado Williams Gil, informó que la Asamblea Nacional evalúa propuestas para regularizar el servicio. “Cuando una persona que trabaja en delivery sufre un accidente nadie responde por ellos (…) Nos centraremos tanto en seguridad laboral como en las normas de contratación de la empresa”, explicó.

Y eso está muy bien. Pero, si algún trabajador de la Administración Pública tiene un accidente, podría asegurar que sus patrones no “responderían por ellos”, al menos no con sus casi inexistentes primas de seguros médicos, así como tampoco es lo más justo que tengan un salario equivalente a un cartón de huevos y una liquidación que, tras más de diez años de servicio, sea muy inferior a lo que obtiene un delivery venezolano en un mes de trabajo.

De hecho, es precisamente la desesperación generada por los sueldos oficiales lo que abre la puerta para que se explote a los trabajadores venezolanos al máximo sólo porque es “lo mejor que se consigue”. En Caracas hay 18 empresas de delivery registradas, pero es un ramo que vincula a un grupo muy pequeño de la población: algunos motorizados, encargados de tecnología y administración. Se necesita debatir la seguridad laboral de un país entero.

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