Los venezolanos pasamos varios años viendo los precios subir una, dos y hasta tres veces en un mismo día. No había cifras oficiales, pero tampoco eran necesarias: perdimos todo nuestro poder adquisitivo, un montón de bolívares equivalían a un dólar, necesitamos fajas de billetes para la más mínima compra.
Las devaluaciones no lograron contener la pesadilla y las inspecciones del gobierno solo la empeoraban. Recuerdo que una tarde del 2018, la Superintendencia Nacional para la Defensa para los Derechos Socioeconómicos (Sundde) obligó a todas las carnicerías cercanas a mi casa a vender la carne a precio regulado. Luego, pasamos semanas sin verlas abrir.
Entonces, se creó un mercado ilegal. Una camioneta vans se paraba cerca del Mercado de las Flores –sin ningún control sanitario– a vender la proteína animal mucho más cara que antes. Uno acribillaba a los comerciantes y se enemistaba con el señor de la bodega, pero muchos de ellos también eran víctimas de una cadena especulativa, que nadie se atrevía a tocar (o al contrario, muchos tenían sus manos bien metidas en ella).
Mi familia tiene casi 30 años con un pequeño restaurante en el centro de la ciudad. Por aquellos meses, me tocó frenar muchos insultos «portugués de mierda, ladrón, etc, etc«. Pero ninguno se preguntaba las maromas que debíamos hacer para conseguir productos ni el precio que debíamos pagar por ellos.
Las instituciones del Estado multaban y cerraban: «tu factura dice que lo compraste a tal tasa» e ignoraban la reiterada denuncia: los proveedores/camiones venden con sobreprecio y te obligan a aceptar esa factura o ‘me llevo mi mercancía a otro lado‘.
¿Cómo es hoy?
Hoy muchas de estas escenas van quedando en el ayer o al menos no son tan graves. Los índices son más amables, aunque no todo (ni la mitad) esté resuelto.
El Banco Central de Venezuela (BCV) informó que la inflación de marzo se ubicó en 1,4%, la variación más baja desde junio del 2012. De acuerdo con el ente emisor, la inflación acumulada en el I trimestre de este año fue de 11,4 %, mientras que la interanual (marzo 2021–marzo 2022) está en 284,4 %. En el 2018, fue de 130.060%
El Observatorio Venezolano de Finanzas, cercano a la oposición, cuestiona las cifras oficiales y ubica el índice de marzo en 10,5 %.
Sea como sea, y aunque el país siga teniendo una de las inflaciones más altas del mundo, las cifras son «esperanzadoras» en comparación con las que hemos padecido desde el año 2017.
Además, el precio del dólar lleva meses estabilizado en torno a 4,5 bolívares. Entonces ¿por qué los venezolanos en las calles se siguen quejando del alza en los precios y algunos aseguran que ahora también existe una «inflación en dólares«?
«Corrijo» precios pero no sueldos
Para el analista financiero y director de Econométrica, Henkel García, el tema es complejo. «Acá los precios estaban distorsionados por la existencia del control de precios y de cambio. Luego, buena parte de la economía se empezó a manejar por el dólar paralelo y después vino el fenómeno hiperinflacionario. Entonces, no tenemos desde hace mucho tiempo una formación sensata de precios pero vamos hacia eso«.
El experto considera que esto se evidencia en los precios de electrodomésticos o celulares. «Comprarlos acá ya es prácticamente igual que hacerlo en Amazon«. No obstante, García recuerda que en Venezuela hubo un momento en que «vendías 20 dólares y vivías todo un mes«, algo que no pasa en ninguna parte del mundo.
«Buena parte de lo que vivimos en 2018–2019, además del fenómeno hiperinflacionario, fue esa corrección de precios relativos que no tenían sensatez. Sentimos que ‘se encareció la vida en dólares’ pero realmente lo que estamos viviendo es un proceso de corrección para que en dólares un producto acá cueste similar al mismo producto en otro país. Ahora, otra cosa es el poder de compra«.
En efecto, el gobierno aumentó el salario mínimo mensual de 7 Bs (1,6 dólares) a 126 Bs (30 dólares) pero esta cifra ni siquiera nos ubica en el “umbral de extrema pobreza” estipulado por el Banco Mundial pues para eso se necesitan $1,9 de ingreso diario. Y está bien, asumamos que ese no es el sueldo de las mayorías, pero tampoco lo es los $459,53 necesarios para adquirir la canasta alimentaria, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
«La inflación en dólares”
Mientras, el director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, afirma que si hay un incremento del costo de la vida en dólares, aunque sea mucho menor en relación con el Bs: «El año pasado el costo de vida en dólares subió 40 % y este año esperamos que suba en torno a 30%«.
A su juicio, no se trata de una «inflación en dólares» sino de un «rezago cambiario«: el precio del dólar está por debajo de lo que debería en comparación con la inflación, es decir, los productos suben de precio más rápido de lo que sube el dólar, el cual está contenido a través de la inyección de divisas en el mercado interno por parte del BCV.
«Esto también puede conllevar a la sobrevaluación del tipo de cambio real y la sobrevaluación genera que las importaciones sean más baratas que la producción, lo que se traduce en un desincentivo para la economía interna«, agrega.
El alza «especulativa«
Por el contrario, economistas como el venezolano Tony Boza, consideran que «si el propulsor inicial de la inflación era el dólar paralelo y hoy está prácticamente controlado, pero los precios siguen creciendo, esto evidencia que hay un fuerte componente especulativo«.
Su planteamiento es apoyado por el especialista en Derecho Tributario y Financiero, Juan Carlos Valdez, quien agrega que hoy «algunos están subiendo los precios a su voluntad para obtener un margen de ganancia mayor«.
«El tipo de cambio está estable y el BCV lleva varios años reduciendo la liquidez y efectivamente lo ha hecho en más de un 60% en comparación con el Producto Interno Bruto. Entonces, ¿qué explica los precios, la inflación? La simple y llana especulación de los oferentes«, indica Valdez.
Los pequeños oferentes: «no todo puede ser a $1«
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de oferentes? Para mi, por ejemplo, los pequeños emprendedores también lo son. De hecho, desde 2011, Venezuela muestra cifras elevadas de actividad emprendedora. En ese año, el Global Entrepreneurship Monitor fijó la tasa del país en cerca del 18,5%.
Para la profesora del Centro de Innovación y Emprendimiento del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), Patricia Monteferrante, «ahora la realidad indica que el número ha aumentado«. La mayoría de las iniciativas son una respuesta a la hostilidad del entorno y específicamente a la baja capacidad de la economía para generar empleos de calidad. Pero más allá de eso, ¿cómo establecen sus precios para no morir en el intento? ¿Son otros usureros?
La repostera Maria Lucila Cobo, creadora de la marca Lucilascakes, afirma que suele estudiar los precios de su competencia pero no siempre puede cobrar igual que ellos pues todo depende de la calidad y por ende del costo de los ingredientes. Ergo: no todo puede costar $1.
«Mis precios los calculo en base a los precios de cada materia prima que yo adquiero. Tengo una tablita Excel donde coloco los costos de todos los ingredientes que requiero para una determina receta, luego apuntó los gramos necesarios, hago la división, obtengo un monto total y le calculó un porcentaje de gastos operacionales (luz, agua, delivery) y un margen de ganancia que no es como el que yo quisiera porque, por ejemplo, si yo multiplico por 3 o 2, los números se irían al cielo y no vendería«, indica.
De una u otra forma, Cobo nos confirma el punto inicial: hay una cadena. «En mi experiencia, los costos, de cualquier cosa, siempre están influenciados por los montos de la materia prima, el entorno, etc. Una trata de vender por volumen pero también tener opciones accesibles por porción, crear estrategias de venta, por ejemplo: obsequiarle otro producto para darle a conocer más de nuestra oferta y a la vez ganarme su fidelidad, pero no es fácil subsistir acá«.
De tin marín de do pingüé
La verdad, yo no sé cual economista tiene razón. De hecho, últimamente me da por estar de acuerdo con una parte de lo que dicen unos y otra parte de lo que dicen otros.
Siempre he comparado los precios de acá con páginas de EE.UU., el mal de todos los que trabajamos con tecnología. Hace un par de años, me moría viendo como en Venezuela nos sacaban un ojo de la cara por vainas absolutamente descontinuadas pero «ajá esto es lo que hay«. Ahora, en efecto, la cosa se ha equiparado… aunque a mi no me alcancen los reales para comprar ni acá ni allá.
Pero en lo más cotidiano, aún no logró entender qué ocurre. Hace días, por ejemplo, los encargados de un mercado popular me comentaron que sus proveedores manejan una tasa de 5 Bs/$ y en consecuencia, ellos marcan los precios de los rubros por esa referencia.
Por mi zona, además, existen locales donde si pagas en punto son 6 Bs/$ «por la comisión del banco«, si es en Bs en efectivo son 5 Bs/$ y si es en dólares $1 es $1. Pero cuando pagas en dólares, te dan el vuelto por pago móvil al precio que señala el BCV.
Sé que la historia se repite en otros sectores. A principios de mes, el Diario 2001 sacó un reportaje titulado «El Dólar Antímano no le para al BCV«, donde se retrata la misma problemática. Allí los entrevistados afirman que «si el dólar sube, los precios suben, si el dólar baja, los precios suben más porque dicen que no le ven ganancias«.
Por ahí no era, mamita
Precisamente para protegernos de todo esto, muchos venezolanos –aunque no quisiéramos ni supiéramos cómo– nos vimos obligados a buscar ganar o convertir nuestras ganancias en dólares. Finalmente, era mejor que se nos encareciera la vida en dólares y no en Bs.
Hoy, de acuerdo con Ecoanalítica, el dólar se utiliza para casi dos tercios de las transacciones en Venezuela, un 40% de ellas en efectivo. Es decir, «lo logramos» ¿no?
Solo que ahora resulta que Venezuela va rumbo a «desdolarizar su economía» y para hacerlo no se le ocurrió mejor idea que crear un Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) que en realidad recae sobre cualquier persona jurídica o entidad considerada por las autoridades como «contribuyentes especiales«.
Por ejemplo, Unicasa, Plaza’s, Gama, Forum, Farmatodo, Locatel, son contribuyentes especiales. A la par, el Seniat también nombró bajo esta figura a pequeños comerciantes que tienen panaderías, farmacias, etc., en distintas regiones del país.
Por ende, al acudir a cualquiera de estos negocios y hacer una compra usando dólares u otras divisas en efectivo (así su compra sea de $1) usted deberá pagar este 3% adicional al monto final.
Es decir, al IGTF no le interesa el monto de la compra ni el tipo de producto que usted esté pagando, sino simplemente la moneda que se usa y si el proveedor es un «contribuyente especial”, por lo que da igual comprar 1 kg de papas o un carro de lujo.
Si la persona no quiere pagar este impuesto, tiene la alternativa de hacer sus pagos en Bs o abrir una «cuenta en dólares» en algún banco venezolano que al momento de la compra haga automáticamente el cambio del monto a Bs. De esta forma, se busca incentivar el uso del Bs y la bancarización del país.
Y a ver… está bien que el gobierno dejé de ver al dólar como «una válvula de escape» y busque rescatar el uso del bolívar como moneda nacional. De hecho, esa es una de las funciones del BCV (aunque por muchos años se le olvidó). Pero hacerlo limitando las pequeñas transacciones en divisas y sin resolver totalmente los problemas que pulverizaron al bolívar no suena muy lógico que se diga.
Algunos especialistas creen que esto podría volver a disparar la inflación. «Un aspecto importante del IGTF es el efecto cascada que tendrá a lo largo de la cadena de suministro, el costo de este impuesto tendrá un impacto más que proporcional en el precio final, sea en dólares o en Bs«, indica el economista Ingerzon Freites.
Amanecerá y veremos si es que no nos quedamos ciegos.