«Nosotros nos hemos dedicado a mejorar nuestra semilla así como lo hacían nuestros antepasados, ellos nunca conocieron semillas que venían de otros países sino que ellos sembraban la semilla que se producía en el conuco. Creamos una variedad, no es híbrido, esta variedad tiene distintos materiales que nosotros logramos juntar. Nosotros hemos comprobado que esta semilla, dándole todo lo que se requiere, puede producir 7 mil kg/hectárea… La mejor semilla es la que nosotros producimos, porque la tenemos nosotros aquí en nuestros sitios«.
Pablo Characo
Con este testimonio del semillerista y maestro pueblo Pablo Characo queremos hacer un relato que reúna las diferentes acciones emprendidas por las comunidades de Médano, La Florida y La Escondida de Guanape, estado Anzoátegui, para la creación de la semilla GUANAPE MFE, una semilla propia creada mediante mejoramiento participativo.
En Venezuela, Pablo Characo se convirtió en sinónimo de soberanía alimentaria. Nos enseñó con su constancia y entrega que el camino para la construcción de la soberanía alimentaria es en-semillarse. Pablo se multiplicaba en cada semilla que repartía por el país, iba ensemillando una red campesina que hoy le honra y le recuerda con respeto.
Pablo fue una de los miles de víctimas de la pandemia de la COVID-19, y en memoria de su valioso legado hacemos esta reseña especial sobre su trabajo en la creación de la variedad de semilla campesina Guanape MFE.
Mejoramiento participativo comunitario y popular: El proceso de creación de la semilla GUANAPE MFE
Ante la problemática estructural de falta de semilla en los campos y la dependencia con la semilla importada inducida por años de capitalismo agrario, un grupo de agricultores y agricultoras del oriente venezolano inician una hermosa tarea, la creación de una semilla local.
La iniciativa de producción, como narra Characo en el libro «Semillas del pueblo» viene de la necesidad en la que se encontraba la comunidad la Escondida, la imposibilidad de sembrar por falta de semillas: «¡Coye!, no he sembrado mi conuco porque no hay semilla; la semilla, cuando llega ya el invierno ha pasado y es muy cara y no hallamos cómo comprarla, y cómo hacemos«.
Agricultores y agricultoras de estas comunidades de Guanape se trazan la meta de crear una semilla propia, una que no dependa de las redes de comercialización, una a la que pudiesen tener acceso las y los campesinos. Una semilla que supere aquella premisa enseñada por más de 60 años de agricultura industrial: que la semilla criolla no sirve, que la semilla local, indígena y campesina está enferma, que lleva plagas, que no rinde…
«Lo que pasa es que el capitalismo, en este caso, las trasnacionales por años y años se encargan de hacerle ver a las mismas comunidades de que lo que nosotros tenemos dentro de nuestro ámbito territorial no sirve, que lo que sirve es lo que ellos nos traen de allá afuera; claro, sirve para sus intereses, no para nosotros», relata Pablo.
En los diarios personales de Pablo Characo, que reposan en custodia de su familia, se lee cómo Pablo en 2008 empieza con este trabajo en la comunidad, sumando otros agricultores, este esfuerzo fue reconocido y acompañado por algunas instituciones como el INIA y Fundacite Anzoátegui.
En 2012 se materializa el proyecto con la creación de la Red Socialista de Innovación Productiva (RSIP) «Asociación Civil Cereales Unidos», con el objetivo de producir semillas para satisfacer los requerimientos de los productores de las comunidades que conforman la red y así aumentar la de maíz en el Municipio Manuel Ezequiel Bruzual del estado Anzoátegui.
Esta RSIP tenía objetivos pedagógicos y formativos relacionados con procesos de producción y reproducción de semillas, así como también objetivos relacionados con el resguardo y rescate de variedades de maíz de alto valor nutricional que no se cultivaban por no contar con la semilla.
La iniciativa de productores y productoras fue acompañada por el ingeniero Nacib Barboza quien para entonces trabajaba en el INIA Anzoátegui. Juntos, elaboraron un Plan de Mejoramiento participativo para el desarrollo de la semilla artesanal de variedad de maíz en la parroquia Guanape del municipio Bruzual.
El mejoramiento participativo que da origen a la semilla GUANAPE MFE, llamada de esta forma pues proviene del trabajo de agricultores y agricultoras de las comunidades Médanos, La Florida y La Escondida, inicia entonces formalmente en 2012.
El material genético original, relata Nacib en entrevista realizada para Semillas del pueblo en 2014, ya se encontraba en Guanape, se trataba de unas semillas ancestrales conservadas por las familias habitantes de este territorio indígena: «Ellos buscaron sus materiales locales y trajimos material del Orinoco, y unas variedades INIA, hicimos un pool, bien hecho, y una forma de seleccionar que agarramos ventajas grandes….Conseguimos tres variedades una ancestral y dos locales, y nosotros aportamos las otras. Y ahí empezamos a trabajar…«
En el libro semillas del pueblo Pablo Characo da su testimonio sobre este proceso: «Nosotros lo que hicimos fue algo así como un revoltijo de semillas, agarramos todas esas semillas y, bueno, las unimos y las sembramos en un espacio pequeño… Hicimos varias siembras, siempre mejorándolas, tratando de buscar la mejor. En uno de esos cálculos que hicimos nos dimos cuenta que la producción de esa semilla ya estaba llegando, ya estaba sobrepasando siete mil kilos por hectárea. En esa oportunidad, nosotros invitamos a las instituciones que nos estaban haciendo el acompañamiento, y ellos se quedaban sorprendidos, porque en Venezuela, en ninguna parte se había obtenido esa producción, esa cantidad por hectárea…«
Ese revoltijo de semillas que Pablo hizo se conoce en términos técnicos y legales como mejoramiento participativo. Es un mecanismo de rescate de variedades establecido como parte de los derechos de los agricultores resguardados en el Tratado Internacional sobre los recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRFAA) y en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y otros Trabajadores Rurales (UNDROP, según su sigla en inglés).
El mejoramiento participativo también está previsto en la Ley de Semillas venezolana aprobada en 2015 como estrategia de multiplicación de la semilla local, campesina y afrodescendiente. Se trata de programas que cada vez son más utilizados en el mundo, en los que se combina la ciencia agrícola con el conocimiento tradicional, beneficiando a agricultores de pequeña escala a quienes se les ha negado históricamente su participación en la creación de variedades.
En esta práctica pedagógica, las decisiones sobre las mejores semillas para la selección fueron tomadas horizontal y colectivamente, tal como lo relata Pablo: «entonces de ahí nosotros, democráticamente -democráticamente porque no podemos solos… reunidos también en círculo de campesinos-, bueno, vamos a ver cuáles vamos a dejar para semillas, cuál de este material, de estas mazorcas». Esto le confirió a este proceso elementos de un verdadero encuentro de ecologías y saberes, donde la base artesanal fue acompañada por la práctica estadística, permitiendo como relata Nacib Barboza «darle legitimidad científica al proceso».
Para este investigador la calidad del producto logrado está relacionado con este proceso participativo y democrático de mejoramiento genético: «Hicimos una modificación a una de esas técnicas de mejoramiento. Simultáneamente evaluábamos los materiales que se incorporaron e hicimos los cruzamientos. Hicimos una generación de evaluación-selección y un cruzamiento, para ganar tiempo. Porque nos propusimos tres años para hacer este proceso. Se dice fácil, pero hubo que hacer mucho trabajo y acomodo… Pero llegamos a feliz término».
Los testimonios de los creadores de esta variedad recogidos por el Movimiento Semillas del pueblo, dejan claro que la mayoría de los recursos usados en la creación de esta variedad fueron de la comunidad, señala Nacib «Characo hizo su inversión allí. Por eso a él le duele y está por ahí… Ellos son parte de eso, es lo más positivo de este proceso. Ellos tienen su variedad».
Una vez que la variedad estuvo disponible «Pablo empezó a repartir esa semilla por ahí… esa semilla se ha probado en todos lados… El producto funcionó«, señala Barboza. «Ahí ya se nos escapó la cuestión, eso necesita tiempo y dinero, no teníamos la idea de expandirnos, pero el campo de acción se abría y no teníamos recursos para eso… Pero Pablo agarró su caballo e inició su epopeya… Esa es la historia de ese maicito».
El resguardo futuro de la nueva variedad
Una vez creada la variedad y con Pablo ensemillando por todo el país se presentó un gran desafío: el resguardo de esta variedad.
Para quienes crearon esta variedad siempre existió la preocupación sobre su futuro, sobre la instancia de protección que había que construir en función de la Ley de Semillas de Venezuela. La instancia sobre la que se empezó a trabajar fue la licencia para uso libre sobre la semilla establecida en el artículo 13 de la Ley.
En este proceso participó la investigadora y activista Ana Felicien, quien explica que «lo que se intentó hacer fue, a partir de una alianza con el Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual (SAPI), crear una marca colectiva de semillas campesinas que permitiese la sistematización de experiencias de mejoramiento e intercambio de semillas campesinas para reconocer la autoría moral de tales comunidades, lo que en principio redundaría en crear diversas formas de garantía participativa de la calidad de las semillas (…) Este esfuerzo no se pudo concretar (…) el proceso quedó a mitad de camino por cambios institucionales, y creo también que por la falta de personas con experiencia en este tipo de iniciativas de conocimiento libre en el área de semillas y agricultura, especialmente falta de abogados con la voluntad política y conocimiento para desarrollar mecanismo sui generis como éste».
A pesar de no haber logrado el licenciamiento libre, Pablo Characo continuaba trabajando y ensemillando, inclusive durante la pandemia tal como nos relata su hermana Yamira Characo en entrevista para PH9: «Durante la pandemia él estaba sembrando y dando orientación en función del plan de ensemillamiento por vía telefónica en varios estados del país, se encontraba resguardado como todos (…) estaba internado en su conuco, con su semilla».
Este 2022 nos sorprende con la noticia de que la variedad Guanape ha sido incluida en el sistema de certificación formal por una investigadora venezolana, a quien se le otorgó el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología en la mención de «Mejor trabajo científico». El 15 de septiembre, en una ponencia pública, representantes de la empresa SEHIVECA (Semillas Híbridas de Venezuela, C.A) realizaron una exposición para explicar cómo fue el proceso de inclusión del «cultivar Guanape en el sistema de certificación formal».
La inclusión de esta variedad en el proceso de certificación formal devela una confusión enorme, porque la certificación significa que esta semilla se dirige a un mercado amplio y rentable, es decir, que va dirigida a gente que puede pagar la semilla como una mercancía o insumo agrícola, lo que compensaría los altos costos de la certificación que es exigida como garantía de calidad en esos mercados.
La semilla de maíz Guanape MFE, por el contrario, fue creada y mejorada por un colectivo de agricultores y agricultoras para satisfacer necesidades locales, particulares y, fundamentalmente, para tener acceso a una semilla que no circule como mercancía. De acuerdo a la investigadora Felicien: «esta confusión en las actuales políticas venezolanas del agro, muestra un atraso enorme en el respecto al debate sobre mejoramiento genético participativo, derechos de los campesinos, y sistemas de semillas de los y las agricultores. Debate que debería ser serio y actualizado, sobre unos temas están bien discutidos a nivel internacional«.
«… Lo que vemos es que hay un retroceso en cuanto al debate sobre conocimiento abierto que había avanzado mucho en el país. Y esto incide en la creación de estas formas novedosas, democráticas y anticapitalistas de protección de conocimiento que son una alternativa a los derechos de propiedad intelectual, una pieza fundamental del monopolio de las transnacionales semilleras».
Ana Felicien
La inclusión del Maíz Guanape en el sistema formal de semillas, es parte de prácticas sostenidas e históricas de prospección y biopiratería, que utilizan las normas de certificación y los propios tratados internacionales para insertar a las comunidades indígenas y campesinas a los sistemas del mercado capitalista. Se propicia así, en el corazón de las comunidades, la aceptación del principio de privatización en vez de la comunalización como base constitutiva de la soberanía alimentaria.
Lo que preocupa es la falta de voluntad política para implementar la Ley de Semillas de manera integral y sistemática, lo cual muestra un cambio estructural en la política agrícola del país en la que hoy dominan alianzas estratégicas con empresas privadas y extranjeras.
La Ley apuesta precisamente a lo contrario, a promover un proceso de transformación de nuestro sistema de semillas venezolano desde una perspectiva agroecológica, que reconoce tanto al sistema de semilla certificada como al sistema de semillas que los y las agricultoras han manejado siempre.
Ante esta situación, el movimiento Semillas del Pueblo, que agrupa movimientos sociales y organizaciones de base, realizó una declaratoria pública en la que, además de denunciar esta situación, hace un llamado a las instituciones a apoyar a las instancias institucionales y populares relacionadas con el sistema local, campesino, indígena y afrodescendiente previsto en la Ley de Semillas; instancias que garantizan integralmente los derechos de campesinos, campesinas y otras personas que trabajan en las zonas rurales del país.
En este momento la familia de Pablo Characo, con el apoyo de la Alianza Científico-Campesina se encuentra recuperando la semilla Guanape MFE, de acuerdo a las palabras de Yamira Characo «nosotros mismos la familia que nos unimos para mecanizar 3 hectáreas y nosotros mismos fuimos a sembrar, ahora vamos ahora a recoger la semilla. Nosotros mismos, con recursos propios y con apoyo de CODECYT».
Para la familia Characo la prioridad es seguir multiplicando la semilla Guanape MFE y dar el reimpulso al Plan de ensemillamiento para combatir el hambre en el país, «porque así lo hubiera querido Pablo Characo», nos dice Yamira Characo: «Queremos continuar con el legado de Pablo, sus últimas palabras fueron ‘No abandonen, continúen ustedes’ (…) queremos reimpulsar el plan de ensemillamiento a nivel nacional para combatir el hambre (…) La semilla se tiene que multiplicar (…) Pablo Characo se hizo pueblo a través de la semilla maíz Guanape MFE».