Concesionarios que pasaron años cerrados y ahora están abarrotados de carros de alta gama, restaurantes chic, tiendas de moda de firmas reconocidas (Casablanca o Carolina Herrera), agencias de turismo exclusivo, son algunos de los espacios naturales para un 5% del país, que vive en cómodas burbujas, donde la privacidad es imprescindible.
Hace un par de meses, las redes sociales se estremecieron por un fake news donde se aseguraba que Ferrari había abierto una sede en Las Mercedes. La mayoría de los usuarios se cuestionaban ¿cómo, en un país en crisis, podía ocurrir algo así? Finalmente, el rumor fue desmentido (por ahora), pero eso no implica que la opulencia no se pasee a sus anchas por las calles de Caracas. De hecho, uno puede tropezársela con bastante facilidad.
Yo trabajé durante casi una década en una emisora ubicada entre la calle Madrid y la avenida Río de Janeiro. Desde mi ventana y al retornar a casa, especialmente los fines de semana de guardia nocturna, veía lujosos carros ir y venir de los más sifrinos restaurantes.
Por eso, sé que mientras un sector de la sociedad se resuelve con comedores populares y bolsas CLAP, el otro –mucho más pequeño, claro está- se pasea por locales cuyos estacionamientos parecen concesionarios de Beverly Hills, con aerodinámicos carros deportivos y camionetas de lujo, algunas blindadas y custodiadas por guardaespaldas, pues la forma de exhibir las riquezas también parece haber cambiado.
Una noche, contemplando la escena, le dije al vigilante de mi trabajo que mi mente no podía evitar tararear la salsa de Frankie Ruiz: «¿Y cómo lo hacen? Yo no sé ¿Cuál es el negocio? Sepa usted». Tras la cantata, me dijo: «así debió ser la Medellín de Pablo Escobar». Para él, aquella ostentación tenía un origen truculento, ilícito, ligado al lavado.
Yo, que soy más cautelosa a la hora de afirmar cualquier hipótesis de la que no poseo pruebas, me quedé con la duda: ¿Son «nuevos ricos»? ¿Se trata del mismo porcentaje de privilegiados que siempre ha existido en Venezuela? Quizás no los noté años atrás porque mi situación (la de la clase media promedio) no era tan mala. ¿O serán profesionales con carreras que aún permiten ciertos lujos (cirujanos, por ejemplo)? Es difícil descifrarlo.
Pero, más allá del origen de sus fondos, ¿cómo es, en términos cuantitativos y/o logísticos, concretar estos lujos? Con esta premisa, utilizando «mi blancura ACE» y la mejor pinta de mi closet, destine una semana a averiguar, traspasando la mera contemplación, ¿cómo es «la otra realidad» de Venezuela? Para hacerlo, partí del espacio donde diariamente lucho con las carencias (mi casa, al oeste de Caracas) hacia aquel mítico lugar: Las Mercedes.
0 kilómetros
En esta zona se encuentran algunos de los concesionarios más activos de la ciudad: Multimarca (que también tiene sede en El Paraíso, Chuao, La Paz y Los Cortijos) y Autos VIP. En la primera, Sarai Medina, ejecutiva de ventas, me ofreció tres opciones del año (2021), totalmente nuevas, y que podían adaptarse a mis supuestos requerimientos.
Se trataba de la Toyota Fortuner SR5 Edición Especial 4X4 en 86.990 dólares; una Hilux Pick-Up 4×4 en 45.990 dólares y una Mitsubishi L200 4×4 Pick-Uk en 38.990. A cualquiera de las tres, debía agregarle 320 dólares más por gastos administrativos. También me brindó la maravillosa posibilidad de participar en la preventa de la nueva Ford Bronco Sport Wagon por tan solo 50.990 dólares. En el lugar, además de las camionetas, también hay algunos Yaris Sedan del año que se encuentran «apartados». Mientras, en Autos VIP, la oferta también incluía la Toyota Hembrita en 66.000 dólares o el Nissan Kicks en $33.000.
A su vez, en Los Ruices, muy cerca del canal del Estado (VTV), se encuentra The Collection Caracas, donde las opciones se multiplican. Según los encargados, los modelos más vendidos hasta ahora son: Hilux, Mitsubishi L200, Corolla Hybrid, 4Runner TRD Pro y Jeep Gladiator Overland. En este concesionario, al igual que en muchos otros (con espacios físicos o virtuales) también ofrecen la posibilidad de traerte el carro que tú desees (proveniente de Miami, Panamá, Colombia, Brasil u otros países).
La hacen gracias a una resolución publicada en la Gaceta Oficial Extraordinaria N° 6.454, en abril del 2019, donde se permite a particulares y empresas importar vehículos nuevos o con un máximo de cinco años desde su fabricación sin la exigencia de la licencia de importación, pero con la salvedad de que su ingreso al país sea para fines no comerciales. Es decir, traen vehículos a nombre de su destinatario final y el comprador se encarga de todos los gastos.
De acuerdo con Rusvel Gutiérrez, presidente de la Cámara de Comerciantes, Industriales y Aduaneros de La Guaira, los costos de flete de un vehículo desde EE.UU. ronda los 2.500 dólares y su importación está sujeta al pago de tributos. Si el precio del carro es superior a 20.000 dólares se paga un 20% adicional por impuesto de importación, 1% por servicio de aduanas más 16% de Impuesto al Valor Agregado (IVA). Todo el proceso tarda 15 días.
La Cámara de Fabricantes Venezolanos de Autopartes (Favenpa) asegura nada más entre enero y marzo del 2021 se vendieron al menos 392 vehículos importados incluyendo -pese a los apagones- algunos autos eléctricos e híbridos (motor de combustión y motor eléctrico), importados mayormente desde Italia, Colombia, Costa Rica y EE.UU. especialmente Nissan Leaf, Fiat 500e y Xpeng P7.
¡A comer!
Son precisamente estos carros los que se observan estacionados a las afueras de los restaurantes y bodegones de lujo que abundan en Las Mercedes, Los Palos Grandes, Altamira, El Hatillo o el Teleférico, espacios donde sirven poquitico y bien caro.
Por ejemplo, Alto, en Los Palos Grandes, es el único restaurante de Venezuela incluido en la lista de los 50 mejores de América Latina. El espacio ofrece un reducido menú, donde encontramos lechón o cochinillo con puré de cambur en $28 o una pierna de cordero en $60. Mientras, en il Duomo Del Sapori, en el Hatillo, tiene una carta completamente en italiano y sin precios, pero el mesero te advierte que el consumo promedio por persona está alrededor de $75 sin incluir bebidas. “Puede traerla y hacemos descorche”, agrega.
Por su parte, Buono, el restaurante de Altamira publicitado por Norkys Batista en varias vallas de la autopista, propone un ceviche de salmón en $49, costillas BBQ en $22, atún en $19 o una pechuga de pollo en $15. La pasta alla ruota (la que hunden en queso amarillo) en $28 o el linguine negro en $23. Los roles de sushi van de 30 a 46 dólares cada uno. Mientras que el postre puede ser un creppe de nutella en $25 a un milkshake (batido) en $35.
En las opciones del teleférico Waraira Repano, donde se manejan con “reservaciones” y “listas de espera”, sobresalen dos: 1956 Lounge & Bar y La Boite, los cuales trabajan hasta la madrugada (2:00 am) incluso en “semana radical”.
En 1956 Lounge & Bar, inaugurado y promocionado por el presidente Nicolás Maduro y su equipo de trabajo en diciembre del 2017, hay un protocolo a seguir: “La entrada al Waraira tiene un costo de $5 por persona, que debe pagarnos para confirmar su reservación. Eso le garantiza que no hará cola, ni en las taquillas ni para acceder a la cabina, ya que el personal de 1956 lo estará esperando abajo”, me explicaron vía WhatsApp.
Acá los platos fuertes van de los $22 (una hamburguesa) a los $37 (un corte de lomo de res de 450 gramos), los postres rondan los $15 y las bebidas alcohólicas pueden ser una solera de $5, una piña colada en $7 o una botella de 750 ml de Moet Chandon Champagne Imperial en $140. Además, debes apegarte al horario en que inicia y termina la reservación (3 horas aproximadamente), pues siempre hay comensales esperando por la mesa.
El escenario es similar en La Boite, el restaurante ubicado dentro del Hotel Humbolt, el mismo que hace poco desató la polémica en redes sociales tras hacerse público un video donde se observa al personal del lugar servir su trago estrella, una mezcla de ron Santa Teresa 1796 con jugo de arándanos, frutos rojos y limón, en bolsas de solución endovenosa.
En la carta de este local se observa que cada porción del plato tiene su costo por separado. Por ejemplo, un Rib eye steak (un filete extraído de la costilla de la ternera) vale $54, las papas fritas $12, el arroz $7, los vegetales $9.5 y un simple maíz al grill $9.5.
Para llevar
De igual forma, desde finales del 2018, Caracas comenzó a observar el auge de establecimientos de alimentos importados conocidos como bodegones. Antes de este reportaje, yo pensé que había comprado en algunos de ellos, pues a veces mato tigritos que me cancelan vía ‘Paypal’ y estos lugares suelen aceptar esta modalidad de pago. Sin embargo, hoy se que los «bodegones» en el oeste de la ciudad son espacios comunes donde la Harina Pan, el Maceite y el arroz Mary comulgan con algunos frascos de crema de maní.
Ahora, en el este del este, la cosa cambia. Por ejemplo, los bodegones del Centro Comercial San Ignacio te reciben con pirámides de Nutella de distintos tamaños junto a paquetes de M&M, MilkyWay y Twix. A la par, hay mil tipos de atún, café en granos de Starbucks, sopas instantáneas y sirop de maple entremezclándose con la sal rosada del Himalaya, helados de Snickers, Pringles, cajitas de macarrones con queso, queso de cabra o de búfala, distintos tipos de cortes de carne y cordero empacados al vacío y elegantes frasquitos de caviar.
A simple vista, estos productos parecen traídos mediante métodos de importación que no son los regulares o al menos las bebidas alcohólicas carecen de los marbetes y precintos aduaneros que solían tener años atrás como requisito obligatorio para ingresar al país.
Para Rusvel Gutiérrez, presidente de Caduainco, estas importaciones se dan mediante «courier», un método de entrega de encomiendas puerta a puerta. De esta forma, esquivan el proceso de sacar permisos y pagar impuestos, pues se supone que el envío es para consumo personal y no debe pasar los $2.000. Pero, en Instagram, algunas cuentas brindan asesoría en la compra de productos bajo esta modalidad “para bodegones en Venezuela”.
Lejos de Caracas
De igual forma, las personas que acceden a estos bienes y servicios, son los mismos que pueden costearse formas exclusivas de hacer turismo dentro de Venezuela porque si, el youtuber mexicano, Alex Tienda, tiene razón: acá hay muchas realidades.
De hecho, los «dos locos de viaje» que se movilizaron con él hasta la Gran Sabana tienen una agencia llamada «Soco Adventures», la cual ofrece siete destinos nacionales con todo incluido: Salto Ángel ($1.650 por persona, 4 días y 3 noches), La Tortuga ($450 por persona, 3 días y 2 noches), Los Roques ($800 por persona, 3 días y 2 noches), Roraima ($1.600 por persona, 10 días desde y hasta la puerta de tu casa), Falcón ($400), Delta del Orinoco ($500) y los llanos (Hato El Cedral, Apure, $120). Siempre andan activos y a casa llena.
A la par, en destinos como Los Roques, hay muchas actividades por hacer, pero una de las que más ha cobrado fuerza en los últimos años son los paseos en barcos alquilados. Posada Paradise Tsunami, una de las posadas/catamarán más famosas del lugar, ofrece un chárter de 46 pies en $1.500 por día (desde las 3:00 pm hasta las 12 del mediodía del día siguiente).
Pero ¿de qué nos habla o cómo podemos leer este mercado de la opulencia en la Venezuela de hoy? ¿Qué reconfiguraciones se vienen dando en la composición socioeconómica del país? Algunos analistas, como el director de la firma privada Econométrica, Henkel García, afirman que solo un 5% de la población, es decir, alrededor de 1.500.000 personas, disfruta de esta «burbuja», la cual no representa ningún signo de recuperación económica nacional, pues no es algo generalizado “ni lo será de momento” pero… existe.
¿Quiénes son? ¿Se han favorecido «vendiendo pañuelos» mientras la mayoría llora? ¿Ha crecido la desigualdad o solo es más visible? Estas y otras preguntas serán respondidas en el próximo texto sobre el mercado de la opulencia en Venezuela, donde intentaremos caracterizar a ese porcentaje que permanece ajeno a la austeridad que atraviesa la mayoría y cuya proyección es innegable, especialmente en Caracas, donde la burbuja es más fuerte porque, al menos por ahora, hay menos apagones y más gasolina que en el resto del país.