En la actualidad existe un intenso debate en Venezuela sobre cómo caracterizar los cambios que están ocurriendo en la economía venezolana. ¿Se acabó la crisis? ¿Hay crecimiento económico? ¿Es sostenible? ¿Volverá la hiperinflación? ¿Es chavista el plan económico del gobierno? ¿Se acabó la renta? ¿Qué pasará con los salarios? Para ahondar en estos y otros temas conversamos con Temir Porras, quien ha participado activamente en este debate.
Temir Porras es director gerente para América Latina en Global Sovereign Advisory (GSA), profesor visitante en Sciences Po Paris, y exviceministro de Relaciones Exteriores de Venezuela (2007-2013). Fue estrecho colaborador de Nicolás Maduro hasta su salida del gobierno en 2013.
PH9: Antes de entrar en la actualidad nos gustaría que nos dieras un poco de contexto. A tu entender, ¿qué provocó la crisis económica histórica que vivimos los últimos años? ¿Nos podrías hacer una síntesis de cómo llegamos hasta acá?
TP. La economía comenzó a caer rápidamente, yo diría, por la combinación de dos factores.
El primer factor son los problemas que ya traía la economía venezolana de años atrás, anteriores incluso si lo queremos ver en términos políticos, al mandato de Nicolás Maduro como presidente, que eran los problemas del sistema cambiario, extremadamente abigarrado y que estaba produciendo unos efectos negativos muy grandes, la fuga de capitales, todo el tema derivado de Cadivi.
Estos problemas del sistema cambiario eran, a su vez, la manifestación de un problema mayor: el circuito de los dólares que entran en Venezuela producto de la renta petrolera y la utilización de esos dólares, entre otras cosas, para pagar importaciones, muchas con sobreprecio, en una suerte de utilización muy ineficiente de la renta que hizo que Venezuela tuviera que recurrir al endeudamiento externo.
Este no es intrínsecamente malo, pero se tuvo que recurrir no tanto para invertirlo en el crecimiento económico, que es el deber ser, sino para suplir ese uso ineficiente de la renta. Venezuela emitió deuda y generó compromisos en dólares con acreedores internacionales simplemente para consumir, para seguir subsidiando ese uso ineficiente de la renta, y para seguir subsidiando importaciones, que tenían poco impacto en el crecimiento y en el bienestar económico.
El segundo factor es que en 2014 comienza la caída de los precios del petróleo, o por lo menos el fin de ese ciclo de precios altos que duró varios años y que se rompió en ese año. Tuvo una caída muy abrupta y la combinación de estos dos factores generó problemas macroeconómicos como los que ya hemos conocido en el pasado en Venezuela.
Luego de eso, frente a la crisis, hubo una respuesta muy ineficiente del gobierno. El gobierno no asumió que tenía un problema macroeconómico y nos acordamos todos los que vivimos en Venezuela de los controles de precios y regulaciones, que de alguna manera buscaban contener esa oleada alcista en los precios de los bienes y servicios con medidas que yo llamo microeconómicas, que en el fondo lo que terminaban haciendo era generando escasez o desapareciendo los productos.
Por otro lado, al no trabajar y al no enfrentar macroeconómicamente esos problemas, también el gobierno se vio en la obligación de cubrir lo que se llama el déficit fiscal que es la diferencia entre los ingresos que tiene el gobierno o el Estado y el gasto que tiene que hacer.
Al tener una disminución de sus ingresos petroleros, cumplió ese déficit fiscal con lo que se llama el financiamiento monetario, la emisión inorgánica de bolívares. Se generaban bolívares para pagar los bonos o suplir las necesidades que tenía el Estado en ese momento.
Y en ese contexto, esa política de expansión monetaria disparó la inflación y llevó al país al periodo de hiperinflación. Todo este proceso se ve radicalizado, además, con la intervención de las sanciones en agosto de 2017.
Ahí ya teníamos el paquete completo con un problema macroeconómico, problemas de política macroeconómica, limitaciones de ingreso y encima las sanciones en agosto de 2017 que es lo que termina de hacer implosionar la económica venezolana.
Todo eso explica en dónde estábamos y porque la economía cayó de manera tan abrupta. Con todas los factores anteriores puede haber años de recesión económica, una recesión económica severa, pero esa destrucción económica que vivimos no se puede explicar sino por la combinación de todo esto aunado a los profundos efectos de las sanciones.
PH9: Publicaste recientemente un artículo en The Washington Post, que se tituló “El renacer de la economía venezolana”. ¿Qué cambió en el escenario económico que acabas de describir? ¿Qué te hace tener ese optimismo con respecto a nuestra economía?
TP. El tema es qué pasa en Venezuela para que se rompa un poco ese cóctel perfecto para la destrucción económica que había. Y yo planteo que la decisión tomada en 2018 de legalizar o despenalizar la utilización del dólar tiene un efecto estabilizador fundamental, a pesar de que efectivamente genera otros problemas socioeconómicos, por ejemplo el aumento de la desigualdad: la dolarización hace que los particulares y las empresas que no tienen acceso a una economía dolarizada, que no tienen suficientes ingresos en dólares, tengan un poder adquisitivo mermado y no pueden acceder a bienes y servicios.
Si bien eso es cierto, también es cierto que la dolarización, y no solo en Venezuela, es un factor de estabilización macroeconómica muy poderoso, un factor de ajuste de la economía y estabilizador de los precios. Tiende a bajar la hiperinflación, tiende progresivamente a matarla y efectivamente es lo que ha pasado en Venezuela desde enero de 2019 cuando estábamos en un ritmo de 200 por ciento de inflación mensual.
Ahora hay una inflación que es muy alta pero que cabe en un dígito mensual -6,7% mensual- y en un ritmo de caída que hace pensar que la economía venezolana llegue a niveles de inflación relativamente altos, como siempre ha tenido, pero muy distantes de la hiperinflación.
La legalización del dólar tiene ese efecto además porque el Estado también asume que debe reducir el financiamiento monetario de su déficit fiscal. Deja de alguna manera de imprimir tanto dinero en bolívares.
Esto obviamente tiene también implicaciones negativas. El Estado se reduce, sus políticas sociales se reducen y el impacto benéfico que podría tener también se reduce, generando los problemas sociales de los cuales hemos hablado antes.
Pero participa de esa estabilización de precios y sobre todo tiene un efecto dinamizador porque, quiero ilustrar este punto de una manera muy sencilla, en hiperinflación es muy difícil que un negocio pequeño funcione, simplemente funcione, porque al no haber precios de referencia y al no haber incluso efectivo, imposibilita muchas transacciones simples de la vida diaria. Un pasaje de autobús o ir a un kiosco y comprar una tontería son operaciones que no se pueden hacer, que la hiperinflación vuelve imposibles.
La subida acelerada de los precios paraliza la actividad económica, porque todo se vuelve difícil de calcular, cuánto pagar por un sueldo, los sueldos se liquidan y se vuelven casi insignificantes. Entonces sucede que la gente que deja de trabajar en un sitio para salir a rebuscarse. Un efecto destructivo muy, muy poderoso.
Y cuando entra la dolarización, se sabe que si una cosa cuesta un dólar esto se va a sostener relativamente en el tiempo. Que si pongo tantos dólares en mercancía y la vendo con un margen de tanto por ciento recupero lo que invertí y obtengo una ganancia. Esas cosas básicas para que funcione una economía son de nuevo posibles.
Una vez más sin dejar de lado los problemas sociales. La dolarización no la estoy viendo como una panacea, te estoy diciendo que creo que esa idealización del dólar contribuyó a la estabilización macroeconómica, y creo que es algo que en Estados Unidos, quienes impusieron las sanciones, nunca se imaginaron. Hay un efecto también de sorpresa. Nunca se imaginaron que el gobierno venezolano, chavista etc., etc., fuera capaz de hacer esa suerte de giro de 180 grados, y las sanciones fueron concebidas para una economía en la cual no se pensaba por ejemplo que se fuera a dolarizar parcialmente, mediante esa medida que se tomó en agosto de 2018.
También contribuyó a la estabilización el hecho de que la política económica del gobierno desde entonces, y de manera más acelerada en los últimos meses, ha favorecido la expansión del sector privado nacional y no solamente en el discurso. Ha habido acercamiento, señales, no se ve con malos ojos que el sector privado invierta, opere y se expanda, incluso ha habido medidas administrativas como la disminución de aranceles para importar, las exenciones en el impuesto sobre la renta en actividades petroleras que van en esa dirección. Lo que se llamaría incentivos muy clásicos del gobierno, de orientación muy clásica y muy liberal, promoviendo la actividad económica.
Esas dos cosas, la dolarización y un ambiente digamos favorable a la inversión privada, ha hecho que el sector privado nacional rápidamente reaccionara reactivando actividades comerciales y de importación. Por ejemplo, los niveles de desabastecimiento bajaron abruptamente, ahora hay ofertas de bienes y servicios como no los había durante el periodo de hiperinflación.
Una vez más eso plantea el problema de cuánto de eso es importado, cuando es de producción nacional. Eso no lo estoy cuestionando, pero que haya la posibilidad de premisas básicas, de que haya la posibilidad de operar un negocio y de que haya bienes y servicios disponibles, pues la combinación de la dolarización con la premura del sector privado lo resolvió de alguna manera.
En consecuencia la economía venezolana comenzó a funcionar de nuevo, a pesar de que se diga que efectivamente son algunos sectores más que otros, yo tengo una respuesta muy sencilla. En una economía donde nada está funcionando, ese pequeño sector, esa fracción de la economía que sí comenzó a funcionar, cuando se hace el cálculo de la actividad económica con respecto al año anterior genera un superávit.
Hay mucha gente que dice: «Bueno, pero cuántos años van a hacer falta para recuperar los niveles de actividad económica perdida«. No es que no lo responda, creo que la respuesta es muy obvia, probablemente muchos, pero en algún momento tienes que comenzar. No porque el camino sea largo hay que comenzar a lamentar que lo hayamos comenzado a transitar. Mientras más pronto haya crecimiento económico, pues mejor.
Yo creo que independientemente de las críticas que se puedan formular, y de la prudencia que se debe tener con el tema del renacimiento, me parece que teníamos una economía en caída libre y ahora tenemos una economía estabilizada y creciendo, con muchos problemas, sí, pero el paso de una cosa a otra es un paso efectivamente positivo.
Porque para plantear incluso una mejor distribución de la riqueza tiene que haber una riqueza que distribuir, tiene que haber una actividad económica. No quiere decir que esta sea la única forma de estabilizar, el único plan posible que se haya podido implementar. Simplemente digo que el que se implementó comenzó a funcionar en 2021. Y creo que comenzó a funcionar en 2021 y no antes, por razones externas.
En 2019 hubiera podido comenzar a funcionar pero Venezuela entró en una crisis política tremenda, con el tema de la autoproclamación de Guaidó. No era posible que hubiera una actividad económica normal, con una incertidumbre gigantesca desde el punto de vista político. Aparte se implementaron las sanciones más severas en ese período. Y en el año 2020 entramos en pandemia, y no se había resuelto todavía el problema político del 2019. Los años 2019-2020 Venezuela estuvo inmersa en una crisis política y una pandemia global que no permitieron que se vieran los efectos.
Entonces, 2021 es el primer año de relativa tranquilidad, en el cual la agenda de cambio de régimen, la proclamación de Guaidó, la creación de este gobierno interino, paralelo, aéreo, perdió fuerza. Bajó la incertidumbre política, se produce una estabilización, y hay una opinión más o menos general de que no se ve en el horizonte un elemento que vaya a perturbar esa estabilidad.
De nuevo los privados, independientemente de su opinión política, piensan que es un momento en el cual pueden hacer negocio, pueden comenzar a operar y comerciar en el mercado venezolano. Y por otro lado, es un año en el que coinciden los efectos de esa estabilización política con la estabilización económica que explicamos anteriormente. Eso hace posible que haya habido ese crecimiento.
Y un último punto sobre esto es la industria petrolera, que es tan importante en Venezuela. Yo creo que todo lo que he dicho, más el hecho de que haya cierta apertura al sector privado incluso en el sector petrolero, aunque no sea las actividades digamos, fundamentales, primarias, sino en la comercialización petrolera, contribuye también al crecimiento.
Debido al efecto de las sanciones, Pdvsa no puede comercializar petróleo porque está sancionada. Y si lo comercializa, si lo logra comercializar tiene que hacer operaciones de trueque, etc., porque no puede cobrar, no puede recibir giros bancarios. Un poco, en estos momentos a Rusia la desenchufaron de Swift. Bueno a Venezuela la desenchufaron de Swift y de todo, sin hacerlo específicamente, porque al momento de estar sancionada, la empresa petrolera, no puede acceder ni siquiera a la cuenta bancaria que necesitaría un Swift para que le hagan un giro. Entonces, Pdvsa no puede comerciar su petróleo.
Lo que ha ido pasando, otra vez, cosa que probablemente quienes diseñaron las sanciones no habían pensado que fuera posible, es que el Estado ha permitido que empresarios privados reciban pagos en cargamento de petróleo, en vez de recibir dinero, los comercializan y ellos, que si lo pueden monetizar, cobran ese dinero y que ese dinero de esta manera regrese a la economía venezolana. Eso ha pasado, eso ha estado pasando también durante el año 2021, de manera obviamente tal vez un poco caótica, no muy organizada. Pero que eso exista explica que Venezuela haya podido exportar petróleo. Y esto ha permitido, a su vez, incrementar la producción.
Porque llegó un momento que la producción decaía, por problemas internos que todos conocemos, incluso problemas eléctricos, de infraestructura, de recursos humanos, de subinversión, todo eso es cierto. Pero también llega un momento que producir se vuelve absurdo si no hay a quien venderle petróleo. O sea la producción está vinculada con la capacidad de exportación. Se llegó a niveles tan bajos hacia julio de 2020, cuando estábamos en unos cientos de miles de barriles, trescientos y tantos mil barriles al día, que cuando se comienza de nuevo a conseguir mercado de exportación se permite que la producción petrolera vuelva a subir. Y efectivamente el flujo de dólares resultante permite que pueda llegar inversión a la industria petrolera.
Mucha gente dice, bueno todo eso es insuficiente, puede ser que sea insuficiente, pero estamos produciendo casi tres veces más que lo que se estaba produciendo en julio de 2020. Eso también tiene un efecto en el crecimiento económico del año 2021 y explica un poco todo esto que he descrito.
PH9: Y ese crecimiento que describes… ¿lo ves sostenible?
TP. A ver, yo creo que puede ser sostenible. Pero hay varios problemas grandes que resolver. El primero que efectivamente Venezuela no tiene acceso al crédito. El Estado venezolano no puede emitir deuda, no puede atraer capital por su propio perfil crediticio. Porque el Estado no solamente está en un default sino que, al estar sancionado, no tiene acceso a los mercados. En cambio, el sector privado sí tiene capacidad de inversión.
Por lo que es sostenible en la medida en que haya el convencimiento de que la situación política no va a evolucionar de manera caótica en los próximos años. Se podría pensar al menos en un escenario de aquí al 2024, cuando se supone que hay de nuevo un hito electoral importante porque es el fin del periodo presidencial de Maduro.
En estos años 2022, 2023, puede haber algún tipo de consolidación de este crecimiento económico, que de nuevo es un crecimiento económico de una economía muy pequeña con respecto a la economía que existía en Venezuela en el año 2013. Esa reactivación de sectores comerciales, de incremento de la producción de las exportaciones petroleras, en mi opinión se puede mantener dado los niveles bajísimos de productividad que había antes de la crisis. Pero para que esto se proyecte en cinco a diez años tiene que despejarse, al menos, que el hito electoral del 2024 no genere una suerte de descalabro, un conflicto interno que cree incertidumbre.
La política petrolera, se plantea a mediano o largo plazo. Entonces, cualquier reactivación importante, pensando en tener una producción de tres millones de barriles, y por ende grandes inversiones, necesita tener previsibilidad. De ahí la importancia de todos esos acuerdos, negociaciones internas que hay en Venezuela, para plantear que el horizonte más allá de 2024 sea un horizonte relativamente estable. Creo que ese es el elemento que genera una mayor limitante para proyectarse en un crecimiento económico de más largo plazo.
En la situación económica tan reducida que tenía el país a finales del año 2020, con que esta suerte de reactivación económica parcial vaya extendiéndose a zonas del interior del país y con que se reactive parte de la industria petrolera, puede sostenerse el crecimiento.
En especial en el tema petrolero. Yo soy de los que plantea que la industria petrolera venezolana, como es una industria tan antigua que tiene más de cien años, y con mucha infraestructura, que puede haberse visto relativamente deteriorada, me da la impresión que a veces se exageran los montos de capital que hacen falta para reactivar la producción.
En algunos sectores, la situación geológica es muy conocida, la infraestructura está en sitio y necesita de mantenimiento, pero no se trata de zonas de exploración, o infraestructura que no existe. Todavía hay un margen de zonas que requieren una inversión de capital, pero no hablamos de una avalancha de miles de millones de dólares. En todos esos sectores existe la capacidad de incrementar la producción.
Siempre y cuando, una vez más, haya capital disponible y que el mismo Estado encuentre fórmulas para suplir su incapacidad para invertir. El Estado no tiene capacidad propia, no tiene capital, no puede recibir divisas. Siempre que se resuelvan esos problemas que son más de orden jurídico y político, y que eso sea aceptado en la sociedad venezolana, puede haber una perspectiva de crecimiento económico y de crecimiento en la industria petrolera. No sé si esto responde.
PH9: Ese ajuste del que tú hablas, que incluye la dolarización parcial de la economía, la restricción de la expansión monetaria, eliminar o casi eliminar los impuestos a la importación, la contracción del Estado, es un programa de ajuste clásico liberal. ¿Eso implica de por sí que estamos transitando en un nuevo rumbo o podemos seguir definiéndolo como un programa económico chavista?
TP. Mira eso es una buena pregunta porque yo creo que puede haber por lo menos dos respuestas distintas, al menos dos narrativas distintas que cohabitan dentro del chavismo.
Está la respuesta crítica que dice que el chavismo cambió y bueno se sigue llamando chavismo, pero su política económica en el fondo renunció a cualquier ambición de transformación. Y admitió, sin decirlo, que está implementando las políticas liberales que criticó inicialmente. Esa es una crítica que se escucha, que es válida, y puede ser parte del debate.
Ahora está la otra visión que también viene del chavismo y donde se encuentra parte de la gente que está implementado las políticas. Te dirán que la revolución bolchevique tuvo su NED, la revolución cubana tuvo su periodo especial, y que nosotros estamos frente a circunstancias externas sobrevenidas que nos sobrepasan y necesitamos por una razón cuasi vital adaptarnos a esas circunstancias contra las cuales no podemos accionar políticas que las reviertan.
Por ejemplo, las sanciones le impiden al Estado venezolano tener una política más intervencionista del sector público, subir el poder adquisitivo mediante una política de incremento de salario o una política más expansionista de gasto social, o de inversiones en los sectores claves que siempre han sido bandera para el chavismo como la educación y la salud. Todo eso hoy en día es imposible, materialmente imposible porque tenemos unas circunstancias externas que nos lo impiden.
El Estado venezolano fundamentalmente financiaba durante el periodo de Chávez la expansión de los derechos sociales y los financiaba mediante una suerte de distribución popular de la renta petrolera. Este paradigma de distribución popular de la renta, se ve afectado por estos factores externos en la medida en que el Estado ya no tiene renta. De la noche a la mañana, el Estado se vio desprovisto de esa herramienta de democratización de la economía venezolana.
Entonces dirán: nosotros estamos en un momento de sobrevivencia, nosotros tenemos que reactivar la economía venezolana, y los únicos recursos que tenemos a manos son hacer una suerte de pacto con el sector privado y dejarle al sector privado la iniciativa, ya que nosotros no la podemos tener, y a través de esa reactivación de la economía recuperar ingresos fiscales, captados por la vía de impuestos, etc., una vez recuperado el aparato productivo nacional, para entonces poder nosotros volver a pensar en financiar a través de ingresos públicos sectores sociales de la vida nacional, como por ejemplo la educación.
Podría ser una narrativa de que no es por convicción sino por obligación que estamos haciéndolo. Es un paréntesis liberal en una estrategia de guerra, porque estamos sometidos a una guerra económica y hemos tenido que adaptarnos a las circunstancias.
Yo creo que esos serían los dos discursos ideal tipo.
Para mi, la realidad está en el medio de las dos cosas. Creo que puede haber efectivamente una tentación liberal, asumida, incluso con entusiasmo, por algunos sectores del chavismo. Una suerte de corriente que busque ser hegemónica, que dice los errores del pasado hay que revisarlos, hay que adaptarse a la realidad, que lo asumen más como un cambio de orientación estructural. Y habrá sectores que están muy incómodos porque efectivamente no tienen una respuesta satisfactoria y digamos son sinceramente adeptos de una orientación económica distinta pero no tienen las herramientas para contrarrestarlo y que dicen que efectivamente esto es una suerte de adaptación táctica. Y tratarán de justificarlo hacia adentro, defenderlo ante su base militante, pedir paciencia, eso también lo hemos visto. Ambas cosas se dan en el debate nacional.
De nuevo, hoy en día no creo que esta historia esté escrita de antemano, creo que en Venezuela hay suficientes ejemplos de capacidad de influencia de los movimientos sociales y las organizaciones de base del chavismo. Venezuela es un país que a pesar de todo lo que ha sufrido en estos últimos años, la gente tiene conciencia política, y a quienes no se le puede vender cachicamo por lapa. La gente sabe que si es lapa es lapa, si es cachicamo es cachicamo. Y no come cuentos.
Al mismo tiempo creo que también hay, incluso en la gente más activa y más consciente, mucho más realismo. Todos saben que hoy en día no estamos en las mismas circunstancias que en el año 2010-2011. Seguramente no están satisfechos con su situación económica y social actual, pero al mismo tiempo creo que también hay conciencia del cambio tremendo que ha habido en las circunstancias geopolíticas y económicas del país. Incluso gente que en algún momento pudo hacer críticas con el tema de que se usara mucho el término de guerra económica, concede que las sanciones son una forma de guerra económica.
También es un periodo extraño en el cual la gente está tan ocupada en resolver sus problemas que no tiene tiempo para filosofar. Independientemente que estés a favor o no de la dolarización, todos salimos a la calle a tratar de encontrar un dólar, porque si no, no puedes comer.
Creo que es un periodo difícil, complicado, en el cual no hay una definición clara en el plano ideológico donde cohabitan quienes explican esto como una adaptación, y quienes explican esto como un viraje, algunos de manera entusiasta, que dicen «ah, bueno, hay que adaptarse a la realidad», y otros de manera muy crítica «no, bueno, no es posible, que vayamos nosotros a normalizar esta visión de la economía», porque si es así no estamos transformando la sociedad, no estamos haciendo nada.
PH9: Este relativo renacimiento del que hablas hace que todos los sectores sindicales estén esperando mejoras salariales. Incluso el presidente Maduro dijo que este era un año de buenas noticias en el sector de salario. ¿Qué piensas tú de eso? ¿Es posible un mejoramiento de los salarios de los trabajadores?
TP. Sí. Y creo que es no sólo posible sino necesario. Incluso en el sector privado ya se empieza a dar un aumento progresivo, aunque una vez más de una forma parcial, relativa, mucho más constatable en Caracas que en otros lugares, mucho más en las ciudades que en las zonas rurales, etc. Tengo que tomar todas esas precauciones para que no se mal entienda. El proceso de recuperación económica ha generado un ingreso, un incremento progresivo de los ingresos en el sector privado, sobre todo en los sectores que han tenido más activación, pero seguramente presenta niveles de precariedad que no son conformes a la tradición o la aspiración de los asalariados venezolanos ni del movimiento sindical.
Porque hay mucha informalidad, por ejemplo los contratos de trabajo no se firman en dólares, entonces el ingreso en dólares en la actividad privada termina siendo una suerte de bonificación que no se contabiliza para los derechos sociales ni para las prestaciones. No obstante, el ingreso, va a depender si es salario o es bono, tiende a aumentar a medida que aumenta el ingreso privado.
Te voy a dar un ejemplo que es muy urbano. El sector de la gastronomía es uno de los primeros que se activa, pueden ser empresas para comer un perro caliente, una pizza. En ese sector se logra ver que hay un aumento en la actividad económica y comercial. Entonces, si antes era imposible ya que había desaparecido el tema de los delivery, ahora hay un muchacho o muchacha que tiene una moto o una bicicleta y te lleva un producto a tu casa. Al mes ese muchacho recibirá unos 200 dólares. Entonces, una vez más, es un ingreso precario poco previsible no declarado informal, etc., etc., pero es un ingreso al fin.
Eso ya empieza a suceder. Cualquiera que tenga una discusión salarial, bien sea del lado del asalariado o del lado del patrono, constata que los salarios van subiendo y los precios van subiendo. Como los precios en dólares exigen cierto poder adquisitivo, la persona ya no está dispuesta a trabajar por 25, 30 dólares, sino por cien o más. Y esas cosas suceden y yo creo que van sucediendo progresivamente, independientemente de que haya toma de conciencia o formalización de esas discusiones a niveles más institucionales, del gobierno, de negociaciones colectivas etc. Creo que todavía no estamos en ese punto, estamos en una recuperación progresiva.
El problema que creo más complicado es el problema del sector público. Porque el sector público representa cientos de miles, millones de personas en sectores estratégicos. A pesar que hay gente que tiene una narrativa muy anti-sector público, yo soy de los que defiende que hacen falta profesores, hacen falta maestros, hacen falta enfermeras, hacen falta doctoras. Hay un montón de gente que es fundamental que esté en su puestos de trabajo públicos y es fundamental remunerarlos para que puedan hacer su trabajo, y no estén entregando una pizza.
Eso plantea el problema de la recuperación del ingreso del Estado. El Estado tiene que tener el dinero para poder pagar esos salarios a niveles que estén, que sean equiparables, con los que están en el sector privado. De nuevo hay que hacer un esfuerzo para que el profesor, la maestra, el enfermero, trabaje de profesor, de maestro, de enfermero, y no esté matando tigres para poder subsistir.
Y eso, en mi opinión, en ausencia de la renta petrolera y del ingreso petrolero, se requiere que se haga una revisión de los ingresos tributarios del Estado. Por ejemplo, formalizar lo más posible la economía dolarizada para que los dólares que circulan en la economía, tributen y paguen su tributo, así sea un tributo tan desigual como es el IVA. Hay que pagar IVA por cada transacción y los comerciantes que están teniendo un auge de su actividad económica y comercial no deberían embolsillarse el IVA, deberían entregarlo al SENIAT y con eso financiar el esfuerzo público.
Creo que hay que hacer ya un esfuerzo progresivo de aumentar la tributación independientemente de las discusiones de si la recuperación está consolidada o no. Mínimo los tributos existentes deben ser efectivamente recaudados a nivel de la actividad económica. En esto yo me opongo a la mayoría de los economistas venezolanos, los encuentro bastantes conservadores cada vez que se trata de incrementar los ingresos del Estado, de redistribuir, de financiar el sector público, ven dificultades y problemas por todos lados y te dicen que hay una caída muy grande de la economía y como vas a hacer para financiar.
Y yo digo que independientemente del tamaño de la economía actual en Venezuela, históricamente el nivel de tributo e impuesto representa el veintitanto, vamos a decir el veinticinco por ciento del PIB. Yo quisiera saber si lo que se recauda ahora es el 25% de ese PIB chiquito que tenemos. Yo estoy seguro que no. La recaudación ha caído mucho más de lo que cayó la economía. Entonces, el Estado debe por lo menos velar por restablecer los niveles de ingresos tributarios. Velar porque esta reactivación rinda en ingresos para el Estado. Y a su vez reactivar el gasto público, entre otras cosas en políticas salariales.
Y esto tiene un efecto muy básico en términos económicos, ya que si quieres darle sostenibilidad al proceso de crecimiento la gente tiene que consumir, tiene que haber demanda, tiene que haber salarios que vayan creciendo con la actividad económica y eso es positivo para consolidar el proceso de crecimiento. Hay que buscar la manera de incrementar los sueldos.
Ahora, hay una corriente que dice que hay que tener una política de indexación de los salarios según la inflación. Yo soy muy respetuoso y también modesto, yo no soy un experto, digo conozco algo de métodos económicos, pero no voy a pretender ser experto de algo que no soy. Pero creo que el problema de eso, no es un problema conceptual, a mi me encantaría y no tengo nada conceptualmente opuesto a que los salarios vayan progresando con la tasa de inflación.
El problema es que nosotros tenemos una experiencia reciente y la gente lo sabe, es decir, correrle atrás a la inflación con incrementos salariales cuando no se resuelve cómo se financia el gasto público. Y eso pasó en Venezuela en el periodo hiperinflacionario, los salarios que se iban incrementando en particular en el sector público se pagaban con creación monetaria, con financiamiento monetario, y al mismo tiempo los precios iban subiendo. Una competencia entre precios e inflación que en definitiva no redunda en el incremento del salario real. No es un tema filosófico el que me separa de este postulado, sino que efectivamente quiero estar seguro que redunde en un crecimiento del poder adquisitivo real y no estoy seguro que eso esté garantizado si no hay ingresos tributarios que permitan que el Estado incremente los salarios.
Pero lo que sí está claro es que aumentar los salarios públicos tiene que ser una labor prioritaria. No se puede olvidar o desechar. La reactivación económica debería permitir que el estado recaude y que ese ingreso de recaudación tributaria permita una política de recuperación de los salarios.
PH9: A pesar de la debacle del PIB, la caída de los salarios fue proporcionalmente mayor. Sabemos que en recesión el capital y el trabajo pelean por la torta de la economía que se achica. En Venezuela es evidente que salió derrotado el trabajo. ¿Cuáles serían las medidas para que eso no siga sucediendo? ¿Cómo logramos que el trabajo tenga más participación en la economía?
TP. Mira yo no creo que haya fórmulas mágicas, y creo que las fórmulas tradicionales no son malas. Los compromisos entre capital y trabajo nunca se han obtenido por generosidad. Las cosas se obtienen reclamándolas, pidiéndolas, y no pidiéndolas por favor, sino exigiéndolas. Yo, a pesar de que diga que efectivamente tiene que haber una discusión técnica sobre cómo aumentar los salarios, no me vas a ver a diciéndole a un profesor que no tiene razón en exigir que su salario tiene que ser un salario digno. Y lo digo irresponsablemente porque no tengo responsabilidad económica ni tengo que resolver el lío en el Ministerio de Finanzas, pero de nuevo, yo creo que no debe haber ningún discurso aleccionador con gente que está pasándola mal, sobre todo si la exigencia se hace desde una perspectiva revolucionaria, socialista, progresista, como se le quiera llamar.
Ahora, a quienes sí les toca pensar es a los sindicatos, no solamente les toca una posición reivindicativa, sobre todo si tienen, digamos, un diálogo constructivo con las autoridades del Estado. Toca ponerse las pilas, reivindicar y al mismo tiempo formular pistas de cómo se hace para tener un proceso de recuperación del salario, porque de nuevo repito que no es una cosa sencilla, no es soplar y hacer botellas.
En particular, en Venezuela, donde hay una estructura histórica de la redistribución que ha estado centrada alrededor de la renta. Y no se puede obviar que la renta en buena parte desapareció. Hay que reconstruir un lenguaje y una teoría de la redistribución que en mi opinión pasa efectivamente más por una negociación o presión sobre el capital privado. Hoy en día no es tanto el Estado, y yo lo he notado en discusiones incluso con gente que puede tener formación técnica, universitaria, etc., pero que tal vez conoce menos de temas de políticas públicas económicas, en Venezuela hay un reflejo de que el Estado a priori tiene recursos.
Porque hay ese acostumbramiento de que es un Estado petrolero. Hoy en día, el Estado no tiene los recursos a priori, los tiene que levantar, extraer de la economía. Y extraerlo de la economía privada, de la economía no petrolera de alguna manera. Si bien una vez más hay una producción petrolera que se va incrementando, los circuitos a través de los cuales el Estado captaba esa renta directamente -vía las exportaciones de PDVSA y la entrada de esos dólares al Banco Central- hoy en día se han resquebrajado por el esquema de sanciones.
Y ahora quienes traen esas divisas, aunque sean provenientes del petróleo, son actores privados de la economía. Toca repensar cómo se hace para que el sector privado venezolano tribute a niveles que permitan esa redistribución y reequilibrar la distribución entre capital y trabajo.
Pongámoslo incluso en la hipótesis del empresario equilibrado, benevolente que quisiera participar, esa hipótesis un poco idílica del empresario privado que quisiera participar en la redistribución, hoy en día no hay mecanismos que le exijan, que le permitan participar en ese generoso esfuerzo redistributivo. Hoy en día, por ejemplo, la tasa marginal superior del impuesto sobre la renta se lleva más del 34%. A pesar de que eso sea así nominalmente, nunca ha sido efectivamente recaudado, pero además ese 34% es bajo con respecto a los estándares de países más avanzados económicamente donde incluso excede el 50%.
En fin, tiene que haber un esfuerzo de parte del Estado de recuperar el ingreso y los sindicatos, en particular los del sector público, tienen que participar de ese diseño del nuevo esquema tributario venezolano. Y en las empresas efectivamente, que ya es una cosa de sindicatos y sector privado, tener un rol tal vez más activo, más combativo, para articular las luchas, sobre todo en los sectores comerciales donde hay más activación.
Pero, evidentemente, esto requiere que el Estado lo vea con buenos ojos, lo aliente de alguna manera, y no haya la tentación de decir que cualquier reivindicación redistributiva es una amenaza para el proceso de reactivación. Y creo que ahí entra en juego el tema ideológico. Yo soy de los que piensa que la puja distributiva alrededor de los salarios es una garantía de que el mercado interno se expanda.
Un trabajador, partiendo de una situación precaria como la que estamos todavía hoy, que pase de ganarse cincuenta dólares a ganarse sesenta, ¿va agarrar esos diez dólares adicionales y los va a invertir en la bolsa de valor? No, esos 10 dólares irán directamente al consumo. Cualquier ingreso adicional que ingrese a cualquier hogar va a suplir una necesidad que hoy día no puede suplir.
Efectivamente, eso va hacer que se vaya expandiendo la actividad económica. Hay que ver esa puja económica como algo positivo, y eso tiene que ser una dirección que prevalezca en el gobierno y en la élite económica. Todo eso necesita mucha mano zurda política para que todo termine en una suerte de círculo virtuoso. Pero ese es un problema que tienen que resolver quienes gobiernan y que afortunadamente no nos corresponde ni a ti ni a mí en este momento.
PH9: Me quedan dos preguntas que están relacionadas. Primero, en tu opinión, entonces, ¿la hiperinflación se fue para no regresar en el corto y mediano plazo?
TP: Yo creo que es difícil que vuelva a menos que haya circunstancias excepcionales. El ajuste hace que el Estado gaste mucho menos. Y eso hace que el déficit fiscal, ese diferencial entre lo que el Estado gasta y lo que tiene como ingreso, se reduzca. Por eso se llama ajuste, y las consecuencias sociales se notan.
El hecho es que se operó un ajuste forzoso. Un momento en que el Estado no tiene cómo financiar el gasto y tuvo que reducir sus ambiciones distributivas sociales y disminuir su cobertura económica y social. Y en consecuencia se vio menos presionado para financiar el déficit fiscal con financiamiento monetario.
Entonces mientras eso suceda, y mientras haya un acceso a divisas, un mercado cambiario relativamente fluido, líquido, hoy en día no hay angustia por escasez en las operaciones de bolívares a dólares, entonces eso tiene una suerte de efecto estabilizador de la tasa de cambio bolívar-dólar. Efectivamente, el Estado interviene en el mercado cambiario con cierta regularidad, pero son intervenciones esporádicas. Creo que estamos en un escenario de mucha mayor estabilidad que el que prevalecía hace un par de años.
De forma que, lo que puede haber todavía como tendencia inflacionaria en Venezuela tiene más que ver con los problemas estructurales de la economía de Venezuela de siempre, que son por un déficit de productividad.
Y esta inflación se sostendrá mientras en Venezuela haya cuellos de botella, oligopolios y gente que tiene capacidad de importar y decidir qué se importa y qué no se importa, qué cantidad, etc., y que no haya suficiente oferta nacional para suplir el mercado. Y haya suficiente control especulativo.
Por ejemplo, que los precios de las cosas no suban en dólares, eso no tiene ningún sentido sino que es una explicación especulativa. Los precios suben porque los comerciantes pueden hacerlo, básicamente. Como puede vender más caro y el consumidor no tiene otra opción y todo lo que expongo lo vendo, ese componente especulativo está presente pero, a pesar del problema que eso genera, no tiene nada que ver con un escenario hiperinflacionario. Es un ritmo de incremento alto de los precios, de cerca de un dígito mensual, pero muy distante del 200% mensual como si lo alcanzaba en el 2019 y reduciéndose. Yo veo muy difícil en el mediano a largo plazo un escenario comparable al hiperinflacionario.
PH9: Y la segunda. Tenemos un tipo de cambio estable desde hace varios meses pese a una inflación que, sin ser lo que era, sigue siendo alta. Para ello, el BCV ha estado interviniendo en el mercado cambiario. ¿Crees que de sostenerse esa política terminará de aplanar la inflación o por el contrario se producirá un cortocircuito y una macro devaluación?
TP. En Venezuela, tal vez porque la economía no está completamente dolarizada, siempre hay una preocupación, en el diseño de la política económica sobre sostener el tipo de cambio, ya que se piensa que preserva el poder adquisitivo. Entonces, se tiende a intentar preservar parte del poder adquisitivo en bolívares, manteniendo un tipo de cambio relativamente estable a pesar de que los precios progresen en dólares. Creo que eso se mantiene así por la preocupación de los efectos sociales del proceso de dolarización. Y probablemente en el Banco Central hay instrucciones para mantener el tipo de cambio así, con la esperanza de que la inflación vaya disminuyendo y sea cada vez menos necesario hacer esas intervenciones.
Supongo que ese es el objetivo, pero si eso llegara a varios años, generará un problema, el mismo problema que tuvimos antes con el tipo de cambio fijo, y que en algún momento hizo necesario proceder a una macrodevaluación. Porque había un desfase entre el tipo de cambio y la inflación acumulada.
Pero bueno, sí creo que, un poco para apoyar esa política que se está implementando, el proceso de desaceleración no parece haberse terminado. A pesar de que todavía hay una inflación alta va reduciéndose la tasa de incremento. Habrá que ver. Por el momento, esa política parte de un objetivo loable de preservar el poder adquisitivo de quienes no tienen ingreso en dólares.