¿Qué hacemos con tanta basura? Experiencias de reciclaje en Venezuela

por Jun 24, 2022Justicia Ambiental, Micro-reportajes

La tasa media de generación de basura per cápita en América Latina es de 0,87 kg al día, lo que supera el promedio mundial fijado en 0,74 kg. 

En esta sumatoria tenemos a países como México, Chile y Argentina donde la cifra ronda los 1,15 kg y otros como Guatemala y Bolivia donde apenas alcanza los 0,50 kg.

En Venezuela no existen cifras oficiales pero la Organización No Gubernamental VITALIS estima que el país produce diariamente entre 19 y 25 mil toneladas de residuos.

Ante estas cifras, la ambientalista Iramaru Herrera se pregunta qué hacer. “¿Cómo se recolectan más de 3 mil toneladas de basura en Caracas diariamente? ¿Habría que tener cuántos camiones? Si cada camión puede recoger 10 toneladas. ¿Cuántos trabajadores se requieren? ¿Dónde se está acumulando todo eso? Hoy reciclar es un tema de salud pública, necesitamos aliviar a las plataformas estatales, porque incluso los vertederos y rellenos sanitarios tienen una vida útil estimada, esas tecnologías tienen capacidades instaladas”.

Pero el reciclaje es una de las principales asignaturas pendientes en América Latina y el Caribe. Según el Banco Mundial, somos la región que menos recicla del mundo: solo un 4,5%, mientras el promedio del planeta es del 13,5%.

¿Cómo nos defendemos nosotros?

Para ONG Vitalis, Venezuela pudiera estar reciclando entre 10 y 19% de su basura: “alrededor del 95% del aluminio, 90% de hierro, 25% de vidrio, 20% de papel/cartón, 2% en plásticos y 1% de materia orgánica. Sin embargo, en función del volumen total de residuos, menos de la quinta parte pudiera estar recibiendo un tratamiento final apropiado”.

En contraparte, Sustentabilidad Ambiental de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) considera que esta cifra corresponde a años pasados y actualmente esa fracción quedó reducida a un 7% o 5 %.

Sin embargo, ambas instancias coinciden en un punto: la capacidad para reciclar, pudiera duplicarse o triplicarse en el caso del papel, los plásticos y el vidrio, en tanto que el aprovechamiento de los residuos orgánicos pudiera incrementarse hasta un 1.000%.

Pero, además de las diferencias estadísticas, la situación en general es bastante incierta. Nuestra constitución contempla el deber de resguardar el ambiente, el plan de gobierno 2019-2025 defiende el “ecosocialismo”, y tenemos un Ministerio con ese nombre (Minec), pero no existen políticas estatales claras ni de conocimiento público para lograr la reducción de desechos o el reciclaje de materiales, tampoco metas concretas a mediano o largo plazo.

Desde la raíz

No obstante, no estamos en cero. Hay iniciativas gubernamentales, privadas, comunales y mixtas que vale la pena mirar. Por ejemplo, las Mesas Técnicas de Reciclaje y Aseo (Metras), instancias creadas por el Minec en el año 2018 con el objetivo de reducir la cantidad de desechos que producen las comunidades a través de la creación de los circuitos económicos en torno al reciclaje.

Lissette Torrealba asumió la dirección de las Metras en enero del 2021 y se encontró con 600 mesas en Caracas, las cuales trabajaban y aún trabajan de forma articulada con el Sistema Urbano de Procesamiento, Recolección y Aseo (Supra) para la recolección de desechos en zonas de difícil acceso donde se conformaron rutas comunitarias atendidas con camiones de la misma comunidad.

“Tenemos rutas de recolección de material reciclado desde el origen. Para eso, previamente se hizo un proceso de ‘formación de formadores’, donde cada hogar aprende cuáles desechos son reutilizables, reciclables, qué tipo de plástico existe, cómo manejar el cartón, qué hacer con el llamado papel archivo, cuántos y cuáles tipos de plástico hay, etc., para que con su aprovechamiento se disminuya la cantidad de desechos sólidos en la disposición final”, apunta.

De acuerdo con Torrealba, actualmente el Minec y las diferentes gobernaciones y alcaldías trabajan en la creación de nuevas mesas con voceros de  los consejos comunales de cada parroquia, para transformar esta iniciativa en “un movimiento nacional”.

Desde su instancia también resalta otros logros como la creación de la primera escuela popular de reciclaje ubicada en el barrio San José de Carapita, de la parroquia Antímano. “¿Existen otras? Sí, pero en manos de privados, donde imponen que para clasificar los productos se deben tener contenedores específicos. Acá aplicamos otra lógica”.

En este mismo sector y con ayuda de la escuela, se logró la limpieza de 21 pantallas o vertederos improvisados, cuyos desechos también fueron reciclados y canjeados por una tubería de 700 metros que se necesitaba para restituir el servicio de agua en la zona. Todo esto, agrega Torrealba, se pudo lograr gracias a los procesos formativos impartidos desde la Universidad Popular del Ambiente Fruto Vivas, que es el ente educativo del Minec.

¿Qué hacen los privados?

No obstante, Torrealba cree que la desinformación es la principal causa por la cual el reciclaje no avanza. “A nivel gubernamental, la información debería ser más certera, oportuna, menos técnica. Mientras que entre los privados hay quienes se apoderaron del conocimiento y la cadena porque tienen un negocio muy grande en torno a los desechos”.

En este punto coincide Iramaru Herrera, de la compañía RETOCA, quien enfatiza que dentro del reciclaje también opera una lógica del capital: “Industrialmente es más barata la resina reciclada que la virgen. Si los consumidores se interesaran en esto y obligaran a los productores a señalar el origen de sus envases, luego podrían exigir productos más económicos. La mayoría usa materia reciclada pero no lo indica”.

De acuerdo con Iramaru, en el reciclaje hay un esquema productivo y de beneficios económicos para todo aquel que participe, aunque no es rápido ni fácil. “Hoy, para crear una empresa de reciclaje, la permisología es costosa y el registro te pide especificar el objeto: si vas a trabajar con cartón no puedes colocar plástico y así sucesivamente”.

Uniones que transforman 

Entre las experiencias privadas más exitosas a nivel nacional, se encuentra la Escuela de Reciclaje que forma parte de Andes Plast C.A., una industria de plástico (bolsas, empaques y tubería PVC) fundada el 13 de agosto de 1999 en el estado Táchira.

Esta empresa -a diferencia de muchas- cuenta con un personal propio que asume el proceso completo y lo hace con honestidad. Para lograrlo, obviamente, tuvieron que formar a los consumidores de San Cristóbal para que aprendiesen a identificar los productos reciclables y los fabricados con productos reciclados.

“Después se creó una red de contenedores para que las personas pudieran depositar sus productos reciclados. Luego, vino el proceso logístico de recolección diferenciada: un camión de nuestra escuela hace una ruta por toda la ciudad para retirar esos residuos sólidos y traerlos a la planta de reciclaje donde se hace una segunda revisión y el plástico entra en un proceso de selección de acuerdo a sus tipos, se procesa y se genera materia prima reciclada para la fabricación de nuevos productos que entran al mercado con la indicación de que son reciclados y pueden ser reciclados nuevamente”, explica el ingeniero Ronny Chacón.

De esta forma, lo que antes terminaba en los vertederos, espacios públicos, diferentes cuerpos de agua, se transforma en productos más económicos y amigables con el ambiente. “Y al quitar de los basureros ese 20 o 25% de residuos sólidos que son reciclables reducimos hasta un 80% el volumen que va para el aseo estatal, por lo tanto es mucho más efectivo y rápido su funcionamiento”.

Para lograr esto, además, la empresa emprendió varias alianzas con el Estado porque considera que el reciclaje y el saneamiento son políticas públicas que pueden y deben desarrollarse en conjunto para lograr casos exitosos.  

“Tuvimos un proceso de formación de los efectivos de la Policía del estado Táchira para la vigilancia o control de la red de contenedores y el uso adecuado de los mismos. Igualmente, educativa y comunicacionalmente, se instruyó el horario y la forma correcta de sacar el aseo. También tenemos ‘coach ambientales’ que van de casa en casa, de comercio en comercio, explicando qué es reciclable, cómo hacerlo”, explica Chacón, quien agrega que también se han sumado estudiantes de la Universidad Nacional Experimental del Táchira.

Experiencias comunitarias

Entre iniciativas estatales y privadas, también surgen las comunitarias. En el edificio Llaeco, ubicado en la Parroquia San Pedro, sus habitantes conformaron el movimiento “Ecollaeco”, el cual arrima y resguarda materiales en contenedores dotados por “Venezuela Bella” y ubicados en el salón de fiesta para mensualmente hacer jornadas de intercambio con la empresa Supra. Hasta el momento, llevan 11 jornadas y más de 5 toneladas entregadas.

“El principal beneficio obtenido fue crear consciencia, que ahora cada vecino sepa que el pote de la crema o el champú que se le acabó tiene un precio, porque la empresa Supra nos da un monto por ítem de cada residuo, y además saber puede ser útil otra vez. Luego, está el tema monetario, ya que el dinero obtenido nos sirvió para reparar uno de los ascensores de la Torre B y ahora estamos trabajando para reparar el de la Torre A. Además, edificios aledaños se han unido a la iniciativa”, explica Yelitza García, vecina del edificio.

También en Residencias Los Samanes, de la misma parroquia, está ubicada la comuna Cacique Tiuna, la cual acopla y clasifica materiales, apoyándose en los comerciantes del sector, quienes les guardan cartón, plástico duro y pesado. Hasta ahora, llevan siete intercambios con Supra, lo que les permitió comprar la tarjeta electrónica para poder reparar su ascensor. 

Más al oeste, en Catia, también crece la empresa “5to elemento” de la Comuna Socialista Altos de Lídice, la cual está conformada por un encargado, un administrador, un contralor y nueve obreros, quienes impulsan esta política, van casa por casa a recoger los residuos ya clasificados, revisan lo obtenido, seleccionan e intercambian. 

“Para animar a la gente a reciclar hacemos rifas.  Es decir, cuando una persona nos trae 3 o 4 kilos de plástico o de cartón, nosotros le damos un número que participa en una gran rifa, donde entregamos artículos de limpieza, proteína animal, etc., porque el proceso de adaptación no fue fácil”, nos explica Miguel Fariñas, encargado de la empresa, cuyas compactadoras de papel, cartón y plástico fueron otorgados hace tres años por “Venezuela Bella”. 

El dinero que obtienen al vender sus materiales es usado para pagarle un sueldo a cada trabajador, mantener los equipos al día y hacerle un aporte significativo al Banco Comunal, el cual es usado para luminaria, pintura y todo lo que la comunidad necesite. 

Los planes de esta empresa no se detienen. Por eso, están trabajando en dos proyectos de expansión. El primero se llama “Mi escuela sí recicla”, donde le piden a cada niño llevar a su escuela el material reciclable para que la unidad educativa se los venda o canjee por material de limpieza u oficina. El segundo, es convencer a la banca y los ministerios para que los ayuden con el reciclaje de papel y cartón, pues otras comunas del sector también quisieran replicar esta iniciativa.

¿Quiénes son los compradores?

Muchas de estas experiencias, incluyendo Ecollaeco y Cacique Tiuna, hacen sus intercambios con Supra. ¿Qué ocurre luego? “Se intercambia con las empresas del Estado encargadas de cada tipo de material”, indica Torrealba.

Por su parte, el 5to elemento en Lidice, al principio buscaban venderle al mejor postor dentro del sistema de precios, pero ya están “casados” con la estatal Ecoplast.

Mientras, la empresa RETOCA procesa algunos plásticos y los vende ya transformados en materias primas secundarias a plantas fabricantes de bolsas, tobos, envases. Eventualmente también lo venden a granel (entero) a otros recicladores que procesan.

De acuerdo con Iramaru, el reciclaje es un mercado poco atomizado y básicamente de materias primas, es decir, no hay tantos compradores y vendedores. Por ende, las variaciones de precios se dan es de una ciudad a otra por la logística de carga (fletes). En el centro del país, por ejemplo, el precio es mayor que en ciudades del interior.

“Eventualmente puede haber diferencias de precios ocasionadas por algún pedido estacionario, alguna distorsión respecto a la producción de materias primas vírgenes o empresas nuevas que ingresan al mercado con estrategias de precios para posicionarse, pero siempre son eventos de uno a tres meses de duración”, indica.

En este sentido, nos explica que hay materiales con mayor estabilidad, como el cartón y los raee (electrónicos) porque son mucho más cercanos al monopolio de compradores. “Son solo dos o tres grandes compradores a nivel nacional. En el caso del cartón, solo grandes molinos con capacidad de fabricar y usar la pulpa reciclada”.

¿Cómo empezar en esto?

No hay suficientes coordenadas sobre cómo empezar ni números para medir el impacto real de estas iniciativas. Pero, al menos, son personas activándose de forma colectiva. Si te estás preguntando qué puedes hacer, el ingeniero Ronny Chacón te orienta:

“Primero crear un centro de acopio donde se reciban materiales previa organización de los vecinos y comerciantes cercanos. Después, hay que buscar empresas cercanas que compran residuos. Pero estando conscientes de que hay que manejar grandes volúmenes para obtener beneficios económicos. Muchos dicen ‘la basura es oro’, si fuese así ¿por qué las empresas no van a los vertederos? Porque se requieren inversiones, una estructura, etc.”

Chacón cuenta que, previo a la creación de la Escuela de Reciclaje, en una avenida tachirense, el camión debía pasar hasta 18 veces por semana, algo que disminuyó a 6, una reducción de 12 viajes que benefició a otros sectores que pasaban hasta 15 días sin recolección. “Son beneficios de gestión o políticos, económicos, ambientales y hasta de cumplimiento del marco legal nacional porque desde el año 1992 tenemos una normativa que dice que todo el material  aprovechable debe ser separado y aprovechado”.

Iramaru Herrera apoya el punto. A su juicio, en Caracas tenemos centenares de contenedores con capacidad para cerca de dos toneladas de basura cada uno, lo cual es antihigiénico. “Por eso, reciclar, reutilizar, reducir la basura es incluso un tema de salud pública, que nos ayudaría a reducir las cucarachas y las ratas que desde las 7 de la noche caminan por esta ciudad tanto como los seres humanos”, indica.

La experta considera que debemos cambiar el tratamiento que le damos a nuestros residuos porque cuando ligamos desechos orgánicos con los que no lo son, los que se pudren con los que no, los que generan alimañas con los que no, transformamos materiales en basura. La basura es lo que no tiene ninguna utilidad. Si un pote de plástico es útil es un residuo al igual que una concha que puede ser compostada, pero si los ligamos pasan a ser basura.  

Pie de página

Por eso, debemos activarnos para generar cambios colectivos así sea a pequeña escala. Pero hacerlo no implica tragarse el discurso dominante donde la contaminación casi siempre es culpa del pobre, de las mayorías.  El poder responsabiliza a la gente por su “falta de cultura” (¿quién la imparte?) en torno al tema, juzga a los pelabolas por lanzar la basura en un vertedero improvisado detrás de su propio rancho o prenderle fuego y tragarse el humo (¿cuáles son las opciones?), señala al que la saca a destiempo o la deja donde no es. 

Y está bien, todo esto es terrible y debe ser cambiado, no justificado.  Pero ¿es el centro del problema? ¿Es lo más importante? ¿Somos los principales responsables del desastre? Ninguna gran empresa se hace responsable por sus desechos, aunque algunas sí pagan cantidades pírricas para que otros se los recojan, reciclarlos y reutilizarlos para abaratar el costo de sus producciones, aunque a ti te las vendan al mismo precio.

Además, los países de ingreso alto generan más del 34% de los desechos, pese a que en ellos solo vive el 16% de la población del planeta. EE.UU. produce 12% de los desechos mundiales (239 millones de toneladas), aunque tiene solo 4% de la población global.

En comparación, China o India, que juntos constituyen alrededor de un tercio de la población mundial, generan 27% de los residuos globales. Estas cifras revelan que los estadounidenses producen en promedio tres veces más desechos que una persona que vive en China y siete veces más que un residente en Etiopía.

Sin embargo, no es cualquier ciudadano tampoco, pues es obvio que los ricos consumen y producen más basura que los pobres. No obstante, el manejo estadístico (incluyendo el de este reportaje) va en partes iguales: hay tanta basura, tantos millones de personas, cada uno bota tantos kg al año. Falso.

Con la basura ocurre lo mismo que con el cambio climático. Pareciera que es igual de grave moverse en carro que ser dueño de una transnacional experta en contaminar. De hecho, se señala más al primero que al último. 

Hoy muchas campañas nos piden ir en bicicleta, reutilizar el pote, comprar una bolsa de tela, nos venden que somos el problema y podemos resolverlo con iniciativas individuales, cuando en realidad no es así.  Se requiere apretar las tuercas de los poderosos del mundo.

De lo contrario, para el año 2050 la cantidad de desechos a nivel mundial aumentará en un 70% y si se considera que anualmente se producen alrededor de 11.200 millones de toneladas solo de residuos sólidos el panorama no es alentador.

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