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Episodio 1 | Venezuela: La vacunación masiva ¿extraviada?
Javier Biardeau nos presenta un análisis crítico sobre condiciones, acciones, promesas anunciadas y reclamos urgentes para la superación de la pandemia del Covid-19 en nuestro país, iniciando con la vacunación masiva de la población.
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MICRO-REPORTAJES
ECONOMÍA Y DESIGUALDAD
Producción agrícola en el siglo XXI en Venezuela: El Repunte 1998-2011
Equipo de investigación y redacción: Adriana Gregson, Fernando Pintos, Heidi Domínguez y María Eugenia Fréitez.
Más de 10 millones de hectáreas regularizadas y un 60% de latifundio redistribuido en la reforma agraria impulsada por los gobiernos del chavismo. Pero, ¿Cuál ha sido su impacto en la producción agroalimentaria?
En los últimos 8 años Venezuela vio decaer su ingreso en divisas en un 95%, la producción petrolera en un 85% y sus importaciones alimentarias en 90%. En el mismo periodo de tiempo, la máxima instancia internacional para la erradicación del hambre mundial -la FAO- pasó de premiar a Venezuela por reducir el hambre en el 2012 a encender todas las alarmas de una crisis alimentaria en el país en 2019.
En este contexto y con las consecuencias de una pandemia aún en desarrollo, nos preguntamos ¿cuánta comida se produce hoy en Venezuela? ¿Cuál es la diferencia con la situación de 1998, antes de la llegada de Chávez al poder? ¿Qué impacto tuvo la última reforma agraria de Venezuela sobre la producción agroalimentaria? ¿Existen diferentes etapas en los resultados de producción agroalimentaria en el siglo XXI? ¿Qué dicen las principales voces del chavismo y oposición en la materia sobre estos resultados?
Un poco de contexto
De las 90 millones de hectáreas que tiene Venezuela, 27 millones son para uso agropecuario y forestal y, de éstas, sólo el 12% son cultivables. Se caracterizan por su diversidad agroecológica con aproximadamente 85 especies vegetales, de las cuales 76 son utilizadas en la obtención de alimentos. A pesar de esta diversidad, sólo 10 especies cultivadas ocupan alrededor del 80% de la superficie sembrada nacional.
Para 1999, apenas 1.600.000 hectáreas (1,7% de la superficie nacional) estaban cultivadas. Este porcentaje nos convirtió en el el país menos agrícola del continente, consecuencia de casi un siglo de desarrollo petrolero.
La revolución bolivariana (1998-presente) intentó remontar estos números y en la primera década del siglo XXI lo logró, llegando a su máximo en el 2011, para después retroceder primero en forma paulatina y luego en forma abrupta, conformando en general dos etapas: una de ascenso (1998-2011) y una de caída (2012-2020).
Revisa aquí algunas variables económicas del siglo XXI en Venezuela
El repunte 1998-2011
Procedente de Barinas, un estado agrícola, Hugo Chávez llega al poder en 1998 con un discurso fuertemente reivindicativo del campo venezolano. Una vez superadas la inestabilidad política (Golpe de Estado y el Paro Petrolero) y los bajos precios del crudo de los primeros años de gestión, su gobierno despliega una ambiciosa política estructurada formalmente en cinco aristas: la democratización de la tierra, la organización para la producción, el financiamiento agrícola, el desarrollo de infraestructura agrícola y la innovación en ciencia y tecnología.
¿Y cómo resultó? La producción total agrícola y pecuaria aumentó un 28% entre 1998 y 2011 y el PIB agrícola se duplicó entre 2002 y el final del período, superando los 20 mil millones de dólares.
Además, la cartera agrícola crece ininterrumpidamente desde 782 millones de dólares en el 2002 hasta 5.155 millones de dólares en el 2011. El porcentaje de la cartera total que se destina a lo agrícola se duplica también en el período, alcanzando el 18% en el 2011.
Pero, más allá de estos datos generales, revisemos el comportamiento de la producción en detalle.
Producción vegetal
Durante los primeros 11 años de este siglo hay un paulatino crecimiento de la producción total vegetal y un crecimiento correlativo de la superficie sembrada. Entre 1998 y 2011 la producción vegetal total cambia de 16.003.395 a 19.126.253 toneladas, un 20% de incremento. Y la superficie cultivada aumenta de 1.638.295 a 2.217.679 hectáreas, un 35%.
La tendencia es claramente positiva, sobre todo después de los años 2002 y 2003 cuando el Golpe de Estado de abril de 2002 y el Paro Petrolero de diciembre del mismo año provocaron una disminución del PIB de -8,8 y -7,7% respectivamente.
En ese período el maíz, rubro bandera en Venezuela por su importancia en la dieta y la extensión cultivada, experimenta un crecimiento muy superior a la media y pasa de 983.121 a 2.117.710 toneladas, un incremento del 115%. Incluso toca en el 2008 su máximo histórico alcanzando las tres millones de toneladas de producción. El arroz presenta una variación del 20% en el período y alcanza también su máximo en el 2008 cuando casi alcanza el millón cuatrocientos mil toneladas.
Pero no solo creció la producción de cereales que, en Venezuela, está relacionada a la agroindustria y a la gran producción. La pequeña producción, familiar y campesina, también presenta incremento. Las cosecha de hortalizas, por ejemplo, crece un 60% entre el 2000 y el 2011.
Este aumento de la producción vegetal está correlacionado con la mayor inversión agrícola realizada por el Estado a partir del año 2004, momentos donde Venezuela presentaba un aumento sostenido del ingreso petrolero, a un período de altos precios del petróleo y a un incremento general de la producción que se sostiene hasta el 2009, cuando el país se ve afectado por la crisis financiera mundial del 2008.
Esta tendencia general que hemos descrito tiene excepciones como es la producción de frutales que sostiene un comportamiento opuesto. Vistos como totalidad, de un máximo en el año 2000 de casi tres millones y medio de toneladas, alcanza su mínimo en el año 2006 con una pérdida de casi el 30% de la producción, manteniéndose a esos niveles hasta el 2010 aunque remonta parcialmente en el 2011.
También descienden levemente su producción otros rubros importantes. El café, la caña y el cacao, fueron objeto de políticas específicas durante el período y de una gran inversión. Sin embargo, estos cultivos tradicionales tropicales, que fueron hasta el siglo XX la principal fuente de riqueza en el país, no logran sostener el aumento de producción de los primeros años y para final del período tenían en conjunto un volumen 10% menor.
Producción animal
La producción animal presenta diferencias con la vegetal. Su crecimiento proporcional es mayor y, a partir del 2004, es sostenido hasta el final del período. Entre 1999 y 2011 la producción pecuaria total crece un 90%.
La producción bovina oscila durante este período entre 1,9 y 2,6 millones de cabezas de ganado, con un mínimo en el año 2004 de 1.915.624 cabezas de ganado y un máximo en 2011 de 2.624.354.
La producción porcina ronda los 2 millones de cabezas hasta el 2004 donde decrece hasta un millón ochocientos mil. De allí hasta el final del período crece vigorosamente, llegando a 3.660.315 cabezas en el 2011, un crecimiento del 100%.
Un caso similar es el de la leche que se mantiene cerca de los 1.400 millones de litros hasta el 2002, decrece a un mínimo de 1.200 millones y luego crece con fuerza hasta el 2011 cuando alcanza los 2.050 millones de litros.
La producción de pollo, fundamental en la dieta de los venezolanos, crece un 80% entre 1998 y 2011 donde alcanza 612 millones de cabezas de pollo. La producción de caprinos y ovinos también se incrementa notablemente creciendo un 72% y un 95% entre 1998 y 2011.
Este ascenso general de la producción animal a partir del 2004 se da en paralelo con la subida de los precios del petróleo, la ejecución de la reforma de tenencia de tierras y un aumento sostenido de la importación de alimentos.
Producción y abastecimiento del consumo
Este aumento en la producción tuvo incidencias en el abastecimiento. Elías Jaua, ex ministro de Agricultura y Tierras (2004-2009), expresó que para el 2009 se había logrado autoabastecimiento en arroz, maíz blanco, producción de leche, carne, huevos, carne porcina y en frutas tropicales.
Juan Carlos Loyo, quien lo sucedió en esa cartera hasta el final del gobierno de Chávez (2010-2012), explicó a PH9: «cuando llegamos el consumo de leche en Venezuela era de 78 litros por persona al año y para el año 2011 lo colocamos en 121 litros per cápita.»
Según datos oficiales el consumo de carne es de 26 kilos per cápita anual en el 2011, un incremento del 60% en el período descrito. Y el consumo de pollo pasa de 21 kilos a 42, duplicándose.
Por su parte, Aquiles Hopkins, presidente de Fedeagro, expresó que para finales de 2009 la producción venezolana abastecía el 70% de la demanda.
Los altos precios petroleros permitieron además un fuerte incremento en la importación de alimentos, que crece 600% entre 2003 y 2008, y la creación de mecanismos masivos de distribución estatal como la red Mercal.
El crecimiento de la producción vegetal y animal sumado al fuerte incremento de las importaciones agrícolas generaron una ampliación importante de la disponibilidad alimentaria en el país. Según datos de la FAO, en Venezuela las calorías/persona/día cambian de 2.110 en el 2003 a 3.290 en el 2012, una variación al alza del 55%.
En 2012, el gobierno venezolano recibió un reconocimiento de FAO por lograr reducir a la mitad el porcentaje y el número de personas con hambre o subnutrición, tomando como línea base el año 1990. De 2,7 millones de personas con hambre en el año 1990, Venezuela redujo su número total de personas subnutridas a menos de 1,3 millones en 2007.
Datos en perspectivas confrontadas
¿Cómo interpretan los distintos sectores esta etapa de repunte de la producción agrícola? Con la polarización existente en el país es difícil encontrar consensos en el análisis.
Para quienes apoyan la política agrícola del chavismo se debe reconocer el mérito de haber aumentado la producción en medio de un proceso de reforma estructural de tenencia de la tierra ya que estos procesos casi siempre traen consigo, en el corto plazo, una caída de la producción agrícola. De acuerdo a este análisis, incluso sostener la producción habría resultado exitoso.
Sin embargo, quienes se oponen a la política agrícola del chavismo sostienen que la fuerte inversión realizada, en un período de altos precios del petróleo, enmascaró en el corto plazo las afectaciones estructurales de esta política a la producción agrícola. Y que una vez la inversión disminuyó, los efectos negativos se hicieron sentir con fuerza.
Además, para Vicente Pérez de Fedeagro la inversión realizada es muy superior a los resultados: «El gobierno de Chávez logró aumentar la producción pero a un gran costo de inversión. Se entregó muchísimo dinero a la producción agrícola, a chavistas y a no chavistas. Pero se dio plata sin conocimiento y sin organización (…) No tuvo el efecto productivo que debió tener. Con esa inversión la producción debió ser el doble. Por darte un ejemplo, en café se invirtió una millonada y esa plata en su mayoría se perdió».
Por otro lado, quienes defienden la política agrícola del período aducen que no solo se logró récords productivos sino que la inversión en subsidio interno a la producción a través de maquinarias, insumos e infraestructura, habría mejorado sustancialmente las capacidades productivas tanto del sector campesino involucrado en adjudicaciones de tierras, como del sector privado. Elías Jaua expresó que «entre los años 2006-2009 se invirtió alrededor de 10.000 millones de dólares entre infraestructura y créditos, sin contar maquinaria que se hizo como compensación de la factura petrolera a Argentina y China».
Quienes se oponen relativizan los datos del repunte agrícola. No solo porque puestos en términos per cápita muchos rubros se mantienen estables sino porque es menor a otros ciclos de crecimiento económico. Según Alejandro Gutiérrez, «en 1988, sin la pomposidad y propaganda de la guerra al latifundio de la revolución agraria socialista y sin acosar al sector privado y amenazar a los productores, se cosecharon 2.311.475 hectáreas», apenas inferior al récord del 2008 de 2.3750.000 hectáreas cosechadas.
La política de precios también divide las opiniones. Para los defensores era necesario fijar los precios y acotar el margen de ganancia, para contrarrestar un mercado monopolizado y especulativo. En contrario, los que se oponen dicen que el control de precios desestimuló la inversión, ahogó a los productores e hizo depender la producción casi exclusivamente del crédito estatal.
Uno de los principales y más fuertes cuestionamientos a la política agrícola de este período es la tendencia al aumento de las importaciones agrícolas. La colocación de estos productos a precios subsidiados habría minando la capacidad productiva nacional y su efecto, que se comenzó a ver en los últimos años del período, terminó expresándose plenamente en la abrupta caída posterior.
«El problema se agrava cuando el Ministerio de Alimentación, que siempre lo controlaron los militares, empezó a traer grandes cantidades de productos a un alto costo en dólares, el maíz por ejemplo llegó a comprarse al doble del costo internacional, pero que a su vez se colocaba en el mercado interno a un costo menor del que costaba producirlo acá en Venezuela. El problema no estaba en el subsidio, que puede ser una política correcta si tienes los recursos, sino que solo se subsidiaba el producto extranjero», explica Vicente Pérez.
En contraposición, quienes dirigieron la política agrícola en este período argumentan que la política de importaciones no solo sirvió para mejorar la alimentación de los venezolanos, sino que también mantuvo a raya la especulación en los precios agrícolas y rompió el poder monopólico de algunos sectores sobre rubros fundamentales en la mesa de los venezolanos. Juan Carlos Loyo, ejemplifica su argumento.
«Estábamos entregando insumos, porque los importábamos nosotros subvencionados, estábamos entregando maquinaria agrícola subvencionada, recuerda que aquí se trajeron tractores de China, Rusia, Bielorusia, norteamericanos, brasileños, argentinos, en cualquier cantidad. No se les cobraba ningún servicio, la gasolina y la energía eléctrica las subsidia el Estado, además se les entregan dólares preferenciales a los productores grandes ¿y aún así no bajaban los precios?»
Y en este tema de las importaciones radica buena parte del déficit histórico de producción agrícola en Venezuela. Se realiza la extracción de la renta petrolera a través de un sistema de importación que extrae los dólares petroleros del Estado y en donde participa tanto la burocracia como los grupos económicos tradicionales.
“Es tanto el foco de acumulación de capital en la importación, que obviamente va a haber un desestimulo a la posibilidad de producir en Venezuela. Pero se puede lograr… un equilibrio entre la necesaria importación y toda la producción que sea posible. Nosotros logramos alcanzar para el 2010 que el 70% de los alimentos se produjera en el país, saco de esto el trigo y la soya», subraya Jaua.
Por otra parte, según los gremios agrícolas, la inseguridad jurídica creada por la reforma agraria, y las injusticias y abusos que se cometieron en su ejecución, también paralizó la inversión privada y las mejoras tecnológicas haciendo al sector absolutamente dependiente de la inversión del Estado.
«La expropiación de fincas productivas ‘a lo arrecho’ ha sido un error, un atropello y un robo que desencadenó una gran desconfianza del sector para invertir», describe Vicente Pérez. En este juicio entraría también la nacionalización de Agroisleña, los centrales azucareros, y las torrefactoras de café que se hicieron en el período. Todo ello habría impactado en la producción, con incidencia en el corto plazo, pero cuyos efectos más estructurales se vieron después del 2012.
Quienes defienden la reforma agraria chavista la defienden como un acto de justicia. Además, en el tema de la nacionalización de Agroisleña, sostienen que esa acción permitió atender a la pequeña producción familiar y campesina que era relegada por la empresa y extender esta atención a toda la superficie nacional.
Pero, lo más importante para este sector es la transformación que produjo la revolución bolivariana en las relaciones entre los terratenientes y los campesinos, que en algunos casos eran semifeudales. Esa recuperación de la autoestima y dignidad del campesino, razonan, es fundamental para apuntalar en el mediano plazo un agro más justo, sostenible, y eficiente.
FEMINISMOS
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POLÍTICA Y PARTICIPACIÓN